El brillo de la arena daba por sus rostros, en ese momento Jazmín interrogó:
–Si tu mente fuera una morada, ¿cómo sería?
–Sin raíces, de esa forma estaría en todas partes –respondió su compañero, agregando–; asemejándose al aire y al agua, visitando a cada ser de este planeta y de otras galaxias. Una esfera mística, burbuja invisible con sus paredes sin ser paredes, donde el arriba y abajo se transforman ante lo que pensamos que sería, ya que es lo contrario… y al momento tampoco sería ello, metamorfoseándose como el hábitat de una oruga, la crisálida que crea y recrea un sueño alquímico para transformarnos en algo más. Dejarla de lado para seguir adelante y saber que siempre será un umbral abierto de algo mayor a lo que uno mismo ha sido capaz de entender y ver. Que brille con el sol o la luna, que se muestre ante ellos y que no interfiera con los mismos. Que se encuentre en todas partes y al mismo tiempo no esté ahí. Que pueda desaparecer aquí para brotar por allá. Las burbujas desaparecen, pero siempre existe la idea de verse nuevamente… éste atardecer desaprecerá, pero siempre existiría la idea de encontrarlo nuevamente.
Guardaron silencio, la tarde se perdía, y ella hablaba por los dos.
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