Al salir del bosque, observó que, por su cuerpo, había cientos de delicadas heridas por su piel, sin recordar el momento en que los arbustos o espinas colgantes lo tocaron; ¡es más!, meditando con más cuidado: no había recorrido por nada así. La única explicación era que el alma buscaba trascender el cuerpo humano, que la cárcel capilar no era suficiente para ese espíritu… y con ello daba significado al fárrago sagrado.
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