-¡Hubieras podido ser tan feliz!... Eres fino, eres inteligente y egoísta. ¿Pero qué has hecho durante toda tu vida? Engañar, engañar… ¡nada más que engañar!... Y ahora resulta lo de siempre: eres tú, el verdadero, el único engañado. ¡Me dan unas ganas de llorar! … ¡Desde chico fuiste tan orgulloso! … Te considerabas por encima de todos y de todo. De nada valía reprenderte. Crees haber vivido más intensamente que nadie. Pero, ¿te atreverías a negarlo?, nunca te has entregado. ¡Cuando pienso que prefieres cualquier cosa a encontrarte contigo mismo! ¿Cómo es posible que puedas soportar ese vacío? … ¿Por qué te empeñas en llenarlo de nada? … Ya no eres capaz de extender una mano, de abrir los brazos. ¡Es verdaderaente desesperante! … ¡Me dan unas ganas de llorar! …
"Cuando calló, sin darme cuenta me levanté y di unos pasos hacia ella. Después de mirarme con unos ojos humedecidos de ternura y de limpiarse la boca refregándosela contra la paleta, sacó el pescuezo por encima del alambrado y estiró los labios para besarme.
"Inmóviles, separados únicamente por una zanja estrecha nos miramos en silencio. Pude caer de rodillas, pero de un salto y eché a correr por el camino. En lo más profundo de mí mismo se erguía la certidumbre de que la voz que acababa de oír era la de mi madre."
Fue tal la emoción que puso en la última parte del relato que no me atreví a sonreír. Como si se lo confiara a sí mismo agregó, después de un silencio:
"Y lo pero es que la vaca, mi madre, tiene razón. Yo no soy, ni he sido nada más que un corcho. Durante toda la vida he flotado, de aquí para allá, sin conocer otra cosa que la superficie. Incapaz de encariñarme con nada, siempre me aparté de los seres antes de aprender a quererlos. Y ahora, es demasiado tarde. Ya me falta coraje hasta para ponerme las zapatillas.
(Interlunio. Oliverio Girondo)
"Cuando calló, sin darme cuenta me levanté y di unos pasos hacia ella. Después de mirarme con unos ojos humedecidos de ternura y de limpiarse la boca refregándosela contra la paleta, sacó el pescuezo por encima del alambrado y estiró los labios para besarme.
"Inmóviles, separados únicamente por una zanja estrecha nos miramos en silencio. Pude caer de rodillas, pero de un salto y eché a correr por el camino. En lo más profundo de mí mismo se erguía la certidumbre de que la voz que acababa de oír era la de mi madre."
Fue tal la emoción que puso en la última parte del relato que no me atreví a sonreír. Como si se lo confiara a sí mismo agregó, después de un silencio:
"Y lo pero es que la vaca, mi madre, tiene razón. Yo no soy, ni he sido nada más que un corcho. Durante toda la vida he flotado, de aquí para allá, sin conocer otra cosa que la superficie. Incapaz de encariñarme con nada, siempre me aparté de los seres antes de aprender a quererlos. Y ahora, es demasiado tarde. Ya me falta coraje hasta para ponerme las zapatillas.
(Interlunio. Oliverio Girondo)
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