Despué de haber vivido novecientos treinta y dos años en el valle de Hebrón, Adán es atacado por una enfermedad mortal y envía a su hijo Set a pedir al arcángel que cuida la puerta del Paraíso, el óleo de la misericordia. Set sigue la huella de los pasos de Adán y Eva, sobre la cual la hierba no creció, y llegado al Paraíso comunica al arcángel el deseo de Adán. El arcángel le dice que mire tres veces el Paraíso. La primera vez, Set ve agua de donde nacen cuatro ríos, y por encima, un árbol seco. La segunda vez, una serpiente se enrosca alrededor del tronco. Al mirar por tercera vez, ve que el árbol se eleva hasta el cielo: en la copa hay un niño recien nacido; sus raíces se entierran hasta el infierno. El ángel le explica a Set lo que ha visto y le anuncia la venida de un redentor. Le da también tres granos de los frutos del árbol fatal del que habían comido sus padres, y le dice que los coloque sobre la lengua de Adán que morirá tres días después. Cuando Adán oye el relato de Set, ríe por primera vez desde su expulsión del Paraíso, pues comprende que los humanos serán salvados. A su muerte, de los granos colocados por Set sobre su lengua surgen en el valle de Hebrón tres árboles que crecen sólo un palmo hasta los tiempos de Moisés. Este último, conociendo su origen divino, los trasplanta al monte Tabor. Los árboles permanecen allí mil años hasta el día en que David recibe la orden divina de llevarlos a Jerusalén. Después de diversos episodios, esos tres árboles se fusionan en uno solo, con el cual se hizo la cruz del redentor. La sangre de Jesús, crucificado en el "centro de la tierra", allí donde precisamente había sido creado y enterrado Adán, cae sobre el cráneo de éste y bautiza así, redimiéndolo de sus pecados, al padre de la humanidad.
(Mitti, leggende e superstizioni del Medio Evo. Arturo Graf)
(Mitti, leggende e superstizioni del Medio Evo. Arturo Graf)
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