domingo, 2 de enero de 2011

"¡Fritz! ¡Fritz!"

Mientras tanto, en Roma, el recién casado Federico, que legalmente no existe y carece de cartillas de racionamiento para artículos de primera necesidad, vive como un clandestino. Sale lo menos posible y en casa, no sin cierta ingenuidad, han creado un escondite colocando un aparador contra el vano de una ventana para el caso de que se presentaran los nazis o la policía. Aun así, el 29 de octubre, durante una de sus salidas furtivas, pasando por Piazza Spagna, se ve envuelto en un control alemán y es obligado a subir a un camión. Se salva gracias a un audaz recurso, todo un gag felliniano: cuando el camión circula despacio por Via Babuino, finge reconocer a un oficial de la Wehrmacht y, gritando "¡Fritz! ¡Fritz!" y agitando los brazos, salta del vehículo, corre hacia el deconcertado capitán alemán y lo abraza. Tras poner fin a la pantomima, le presenta sus excusas, pero el camión se ha alejado y ya él se apresura a desaparecer por la paralela Via Marguta donde, para recuperar el aliento, se cuclilla muy cerca por cierto de la casa en la que vivirá el último periodo de su vida.


(Fellini, Tullio Kezich)

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