¿Considera usted que la adicción es una enfermedad, pero desde el punto de vista humano, un drama?
William Burroughs: Ambas, absolutamente. Es tan simple como la manera en que uno se convierte en alcohólico. Empiezan a beber, eso es todo. Les gusta, beben y, luego, se vuelven alcohólicos. Yo tuve oportunidad de probar la heroína en Nueva York... es decir, salía con gente que la tomaba; la probé; los efectos fueron agradables. Continué tomándola y me hice adicto. Recuerde que, si se puede obtener fácilmente, el número de adictos puede ser indefinido. La idea de que la adicción es una especie de enfermedad psicológica es, creo yo, totalmente ridículo. Es tan psicológica como la malaria. Es una cuestión de oportunidades. Hablando en general, la gente toma culaquier droga o sustancia tóxica que le produzcan un efecto agradable si la tiene a su disposición. En Irán, por ejemplo, el opio se vendía en las tiendas hasta hace muy poco y tenían tres millones de adictos en una población de veinte millones. También existen todas las formas de adicción espiritual. Todo lo que puede elaborarse químicamente, puede lograrse de otra manera; es decir, si sabemos en qué consiste el proceso que lo produce. Precisamente muchos policías y agentes de narcóticos son adictos al poder, a ejercer un poder corrupto sobre la gente que está indefensa. A ese poder corrupto yo lo llamo droga blanca: corrección; tiene razón, razón y más razón... y si perdieran ese poder, sufrirían de terribles síntomas de carencia. La imagen que tenemos de toda la burocracia rusa, gente que se preocupa exclusivamente de poder y las ventajas, ésta también es una adicción. Supongamos que lo perdieran. Bueno, ha sido toda su vida.
(William Burroughs. Hablan Los Escritores)
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