Un inmenso girasol, alzado sobre su poderoso tallo y enfermo de elefantiasis, aguardaba en su luto amarillo el fin de sus días, doblado bajo el peso de su monstruoso desarrollo. Y así, las ingenuas campanillas de los arrabales, las simples y humildes flores de percal no podían hacer nada por él, mayestáticas en sus camisas rosas y blancas, insensibles al inmisericorde drama del girasol.
(Las Tiendas de Canela Fina. Bruno Schulz)
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