–Lawrence
trató de contarlo todo –dije–. Pero yo no podía seguirle porque había excesivo misticismo
cerebral. Nunca me creí que se hubiera acostado con una chica india. Ni
siquiera que hubiera acariciado a una. Era un periodista sensible que
contemplaba el paisaje de la tierra india y tenía odios y teorías y prejuicios.
También escribía maravillosamente. Pero al cabo de un tiempo necesitaba
enfadarse para escribir. Había hecho algunas cosas perfectamente y estaba a
punto de descubrir algo que la mayor parte de la gente no sabe y empezó a
formular demasiadas teorías.
–Así es.
Pero es difícil hasta para los italianos. Más difícil para ellos que para
cualquier otro. Si un italiano consigue escribir algo bueno sobre Italia es un
fenómeno. Lo mejor sobre Milán lo escribió Stendhal.
... Si vas a hacer de profeta es mejor profetizar con las
probabilidades a tu favor.
–“Al igual
que con el cese del agua celestial el agua terrenal comienza a secarse
gradualmente; así también es el caso de la razón humana, la cual sin la
revelación celestial pierde su pureza y su fuerza.”
... pero cualquiera que haya comido carne alguna vez tiene que saber que
alguien la ha matado y, puesto que Mary se había implicado en lo de matar y
quería matar sin infligir sufrimiento, era preciso que aprendiese y practicase.
Quienes nunca han cogido peces, ni siquiera una lata de sardinas, y que
pararían al coche si hubiera langostas en la carretera, y nunca han comido ni
siquiera caldo de carne, no deben condenar a quienes matas para comer y a
quienes la carne les pertenecía antes de que le hombre blanco les robara su
tierra. ¿Quién sabe lo que siente una zanahoria, o un rabanito, o la bombilla
eléctrica usada, o un disco de fonógrafo gastado, o el manzano en invierno?
¿Quién conoce los sentimientos del aeroplano demasiado viejo, del chicle, de la
colilla o del libro desechado comido por la carcoma?
(Al romper el alba, Ernest Hemingway)
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