Nos consideramos infinitamente superiores a ellos porque lo que hacen con sus garrotes nosotros lo hacemos con bombas atómicas.
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En la mayoría de las sociedades humanas, la existencia pacífica tiene un curso engañoso que intenta encubrir peligros y rupturas. La incesante desaparición de hombres que, aquí y allá, de improviso, cesan de estar vivos, es concebida y representada como si realmente no hubieran desaparecido del todo. Gracias a cierto procedimientos lenitivos de tipo particular, la gente se dirige a ellos como si aún pudieran participar en la vida social. Por lo general se continuaba creyendo en su existencia en otros sitios y se temía las repercusiones peligrosas que su envidia pudieran acarrear a los vivos.
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Una batalla en la que no se combatiera encarnizadamente o se hubiera ganado con excesiva facilidad y casi sin víctimas, no le aportaba mayor gloria. Sobre victorias fáciles no puede cimentarse un poder verdadero. El terror que este poder está llamado a suscitar y al que de verdad aspira, depende de la mayor o menor cantidad de víctimas.
(Poder y supervivencia, Elias Canetti)
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