Capítulo 2 (extracto)
El ventilador del proyector me despabila de mis recuerdos estancados desde que tocó mi vida un cubo de azúcar que se abre paso entre el café… Jeune fille au chat es el nombre del cuadro, imagen sobreviviente a todo aquello.
¡¿En qué piensas, Thérèse?!
¿O Camila?… ¿En qué pensabas?, fue lo primero que percibí al verla en su mesa, cuando dejaba caer el cubo de azúcar por el café, con su acompañante levantándose a cada instante al hablar por su celular, resumiendo sus preocupaciones en los rines de un coche, la invitación por parte de una tía que no conoce, reuniones con amigos mientras su radio localizador suena y ella esperando, esperando, esperando y más esperando, con sus pensamientos en alguna clase de la tarde o del siguiente día, la conclusión de la serie de las ocho, el maquillaje que se termina por su bolsa y demás cosas que me encantaban desde su voz, perdiéndose desde los motores mecánico-humano de engranajes oxidados bajo títulos de insultos, consejos, consuelos, etc, etc; paso automatizados como las fuentes al imitar el ruido de los charcos que piso y sueños borrados al despertar, ducha de 15 min., loción para después de afeitar, café por la calle mientras se repiten una y otra vez las noticias por días y días simulados… vuelan espejos de mi voz / no veo árboles de día / vuelan espejos de mi voz al andar… maquillando un mundo que se enlaza y desenlaza “por casualidad”; los periódicos atiborrándonos con cualquier comentario que llame la atención “por casualidad”, noticias de primera plana que forjan los ultimos rostros de los claxon que viajan en un coche hacia sus destinos checadores de tarjetas en espera de la comida… vuelan espejos de mi voz… y después la salida para volver por las mismas vías por donde arribaron, recogiendo los pensamientos de la mañana perdida y otros más, otros que asemejen a los de uno. Y mi semblante, por esos caminos, idéntico a los perfiles que circulan por las calles a las 9 de la mañana de los diferentes siglos, expresiones automatizadoras de recorridos sin percibirlo, mecanizando los pasos para borrar ese día y esperar, espera, esperar y más esperar algo que no llegará… vuelan espejos de mi voz…
¡¿En qué piensas, Thérèse?!
¿O Camila?… ¿En qué pensabas?, fue lo primero que percibí al verla en su mesa, cuando dejaba caer el cubo de azúcar por el café, con su acompañante levantándose a cada instante al hablar por su celular, resumiendo sus preocupaciones en los rines de un coche, la invitación por parte de una tía que no conoce, reuniones con amigos mientras su radio localizador suena y ella esperando, esperando, esperando y más esperando, con sus pensamientos en alguna clase de la tarde o del siguiente día, la conclusión de la serie de las ocho, el maquillaje que se termina por su bolsa y demás cosas que me encantaban desde su voz, perdiéndose desde los motores mecánico-humano de engranajes oxidados bajo títulos de insultos, consejos, consuelos, etc, etc; paso automatizados como las fuentes al imitar el ruido de los charcos que piso y sueños borrados al despertar, ducha de 15 min., loción para después de afeitar, café por la calle mientras se repiten una y otra vez las noticias por días y días simulados… vuelan espejos de mi voz / no veo árboles de día / vuelan espejos de mi voz al andar… maquillando un mundo que se enlaza y desenlaza “por casualidad”; los periódicos atiborrándonos con cualquier comentario que llame la atención “por casualidad”, noticias de primera plana que forjan los ultimos rostros de los claxon que viajan en un coche hacia sus destinos checadores de tarjetas en espera de la comida… vuelan espejos de mi voz… y después la salida para volver por las mismas vías por donde arribaron, recogiendo los pensamientos de la mañana perdida y otros más, otros que asemejen a los de uno. Y mi semblante, por esos caminos, idéntico a los perfiles que circulan por las calles a las 9 de la mañana de los diferentes siglos, expresiones automatizadoras de recorridos sin percibirlo, mecanizando los pasos para borrar ese día y esperar, espera, esperar y más esperar algo que no llegará… vuelan espejos de mi voz…
¡Basta, Juan! ¡No pienses más en eso! ¡No pienses más en ella! ¡BASTA YA!
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