Los seres humanos no se conocen, no saben lo que son. Sólo quien no es un ser humano los conoce. Cada palabra que dicen es falsa, es una mentira. Pero no lo saben, porque hoy son de un modo, mañana de otro; dependen de si han comido, bebido y amado. Sólo el cuerpo sigue siendo durante algún tiempo lo que es, y sólo los niños poseen la razón. Los mayores son como los animales; ninguno sabe lo que hace. Cuando son felices gimen y se quejan, y en la miseria se alegran por cada pequeño bocado. Es extraño cómo el hombre les quita a los hombres la fuerza de ser infelices. Pero una vez que se han saciado hacen que el mundo se convierta en una cámara de tortura y desprecian su vida para satisfacer un capricho. ¿Habrá existido algún ser humano que haya sido feliz por el amor? ¿Es su felicidad otra cosa que poder dormir mejor y olvidarlo todo? ¡Oh Dios!, te agradezco que no me hayas hecho como ellos. Yo no soy un ser humano, mi cuerpo no tiene nada en común con el cuerpo humano. Tengo en cambio un alma humana, los hombres torturados tienen un corazón pequeño y estrecho; yo sé, sin embargo, que no es mérito mío si lo entrega todo, lo sacrifica todo...
La Caja de Pandora. Frank Wedekind
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