Yo recomiendo vivamente tomar cuantas veces sea posible los libros de Chéjov (incluso en las traducciones que han padecido) y leerlos como deben ser leídos, soñando a su través. En una era de fornidos Goliats viene muy bien leer cosas sobre Davides delicados. Esos paisajes desnudos, los sauces secos al borde de los caminos tristes y enlodados, los grajos grises que aletean sobre cielos grises, el súbito tufillo de un recuerdo asombroso en un rincón extrañísimo: toda esa vaguedad conmovedora, toda esa debilidad hermosa, todo ese grisáceo mundo chejoviano es algo que vale la pena atesorar frente a la luz cegadora de esos otros mundos fuertes, autosuficientes, que nos prometen los devotos de los estados totalitarios.
(Curso de Literatura Rusa. Vladimir Nabokov)
(Curso de Literatura Rusa. Vladimir Nabokov)
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