no sentía arrepentimiento por los pecados ni
tristeza, sino paz en su alma y silencio, transportándose en sus pensamientos
al lejano pasado, a su infancia y su juventud, cuando asimismo se cantaba
acerca del Esposo y del palacio, y ahora aquel pasado aparecía vivo, bello y
lleno de alegría, como probablemente nunca había sido. Y puede ser que en el
otro mundo, en la otra vida, recordemos el lejano pasado, nuestra vida
terrenal, con el mismo sentimiento.
(El obispo, Antón Chéjov)
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