La última inmediatez se convierte
en víctima de la lejanía de todos los contratantes entre sí. El amor se enfría
con el valor que el propio yo se adjudica. Amar significa para éste amar más, y
quien ama más habita en la injusticia. Se hace sospechoso a los ojos de la
amada y, relejándose en él mismo, su afecto enferma de despotismo posesivo e
imaginación autodestructiva. “Las relaciones con una mujer amada –leemos en Le
temps retrouvé- pueden ser platónicas por una razón ajena a la virtud de la
mujer o a la naturaleza poco sensual del amor que ésta inspira. Esta razón
puede ser que el enamorado, demasiado impaciente, no sepa por el exceso mismo
de su amor, esperar con una simulación de indiferencia al momento en que
logrará lo que desee... Cuando Casanova decía de una mujer que no tenía
prejuicios, quería decir que ninguna convención religiosa le impedía
entregarse; hoy una mujer sin prejuicios sería la que ya no cree más en el amor
y no da ocasión a que la engañen invirtiendo más de lo que pueda espera a
cambio.
(Minima Moralia, T. W. Adorno)
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