El poder magnético que sobre los hombres ejercen las ideologías, aun conociendo
ya sus entresijos, se explica, más allá de toda psicología, por el derrumbe
objetivamente determinado de la evidencia lógica como tal. Se ha llegado al punto en que la mentira
suena como verdad, y la verdad como mentira. Cada pronunciamiento, cada
noticia, cada pensamiento están preformados por los centro de la industria
cultural… En el mundo ilustrado toda atrocidad necesariamente se convierte en
una invención. Pues el falseamiento de la verdad tiene un núcleo al que el
inconsciente reacciona con ansiedad. Este no anhela simplemente el horror. El
fascismo es de hecho tanto menos “ideológico” cuanto más directamente proclama
el principio del dominio, que en otros lugares se mantiene oculto… la mentira
tiene las piernas largas: se adelantan al tiempo. La transposición de todas las
cuestiones acerca de la verdad a cuestiones del poder, al que la propia verdad
no puede sustraerse si no quiere ser aniquilada por el poder, no ya reprime,
como en los antiguos despotismos, sino que se apodera sin resto de la
disyunción entre lo verdadero y lo falso, a cuya eliminación cooperan activamente
los mercenarios de la lógica. Hitler, del que nadie puede decir si murió, está
aún vivo.
(Minima Moralia, T. W. Adorno)
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