Nina.-¿Qué escribe usted?
Trigorin.-Sólo una nota... Se me
ha ocurrido un argumento. (Escondiendo el libro.) El argumento para una
novela corta: a la orilla de un lago, desde la infancia, vive una joven.
¡Exactamente igual que usted! Ama el lago como podría hacerlo una gaviota, y es
libre y feliz como una de ellas. Pero un día llega un hombre de manera casual,
la ve y, por hacer algo, la destruye, como han destruido a ese pájaro. (Pausa.
Arkadina aparece en la ventana.)
Arkadina.-¡Eso es envidia! A la
gente sin talento y con pretensiones no les queda otro recurso que difamar a
quienes verdaderamente lo tienen. ¡Es un pobre consuelo!
Dorn.-¿Dinero? ¡Querido amigo: en
treinta años que llevo ejerciendo esta profesión, una profesión en la que uno
no tiene tregua, en la que uno se pasa el día y la noche a la cabecera de todo
aquél que lo quiere llamar, ¡en treinta años sólo he sido capaz de ahorrar dos
mil rublos! ¡Los dos mil rublos que me he gastado en mi viaje al extranjero! ¡No
tengo, lo que se dice nada!
Trepliov.-... ¡Qué fácil es ser
filósofo sobre el papel, doctor, y qué difícil cuando se trata de la vida real!
Trepliov.-... Si, cada vez estoy
más convencido de que no se trata de una cuestión de antiguas o nuevas formas,
sino que uno escribe sin pensar en ellas y únicamente dejando fluir libremente
su alma.
Nina.-... Ahora, Kostia, creo
saber que lo verdaderamente importante en nuestras profesiones, tanto cuando se
escribe como cuando se interpreta, no es la gloria, ni el brillar, ni todas
esas cosas con las que yo soñaba..., sino el aprender a soportar el
sufrimiento. ¡Soportar la cruz y tener fe! Yo tengo fe ahora, y ya no sufro
tanto. ¡Y cuando pienso en mi vocación dejo de tenerle miedo a la vida!
(La Gaviota, Antón Chéjov)
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