A los pobres la disciplina de los otros les impide pensar, y a los
ricos la suya propia... Que uno sea culto o inteligente figura entre las
cualidades que lo hacen apto para el matrimonio o la vida social, como ser buen
jinete, amar la naturaleza, tener encanto o vestir un frac impecable.
Carecen de curiosidad intelectual. En su mayoría, los libres de preocupaciones
se sumergen en lo cotidiano como los pequeños burgueses... Todavía recuerdo mi
espanto cuando una joven aristocrática de vaga ascendencia, que apenas podía
hablar alemán sin un afectado acento extranjero, me confesó su simpatía por
Hitler, tan incompatible como su figura parecía con la de éste. Entonces pensé
que su encantadora imbecilidad le impedía darse cuenta de quién era ella. Pero
era más lista que yo, pues lo que ella representaba ya no existía, y borrando
su conciencia de clase, su destino individual lograba que su ser en sí, su
condición social, quedase patente. Resulta tan duro integrarse arriba, que la
posibilidad de la divergencia subjetiva se anula y no hay modo de buscar la
diferencia más allá del corte distinguido del vestido de noche.
(Minima Moralia, T. W. Adorno)
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