–porque necesariamente en todo espíritu se da un momento de
vanidad–… La aversión al mismo se ha ido poco a poco convirtiendo en el más
grave impedimento para la teoría: si uno se mantiene en ella, tiene que
enmudecer, y si no, se vuelve tosco y vulgar por la confianza de la propia
cultura. Incluso el aborrecible desdoblamiento del hablar en la conversación
profesional y la estrictamente convencional hace sospechar la imposibilidad de
decir lo que se piensa sin arrogancia y sin asesinar el tiempo del otro. La más
urgente exigencia que como mínimo debe mantenerse para cualquier forma de
exposición es la de no cerrar los ojos a tales experiencias, sino evidenciarlas
por medio del tempo, la concisión, la densidad y hasta la descortesía
misma.
(Minima Moralia, T. W. Adorno)
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