En la cultura, lo humano, lo más inmediato, lo que representa su ser propio
respecto al mundo, se ha vuelto extraño para los hombres... El kitsh es
ese sistema de invariantes con que la mentira filosófica reviste a sus solemnes
proyectos. Nada de él puede básicamente modificarse, pues la indisciplina total
de la humanidad debe por fuerza convencer de que nada puede cambiarse... Pero
además, la voluntad de los disponedores puede apoyarse en la voluntad
universal. Su sociedad de masas no sólo tiene gangas para los clientes, sino
que además ha creado a los clientes mismos. Estos se han vuelto hambrientos del
cine, la radio y las revistas; lo que siempre les ha dejado insatisfechos del
orden, que toma de ellos sin darles lo que les promete, sólo ha despertado en
ellos el deseo de que el carcelero se acuerde de sus personas y les ofrezca
piedras con su mano izquierda para calmar su hambre mientras con la derecha
retiene el pan. Desde hace un cuarto de siglo, los viejos burgueses, que aún
deben saber de otras situaciones, acuden sin reparos a la industria cultural,
cuyo perfecto cálculo incluye a los corazones menesterosos. No tiene ningún
motivo para indignarse con aquella juventud corrompida hasta la médula por el
fascismo. Los privados de su subjetividad, los culturalmente desheredados, son
los legítimos herederos de la cultura.
(Minima Moralia, T. W. Adorno)
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