Los mismos
intelectuales están ya tan bien asentados en lo establecido de su aislada
esfera, que no acogen más que lo que se les sirve con la firma de algún highbrow.
La ambición se limita a desenvolverse entre el repertorio aceptado, a encontrar
la consigna correcta. El secesionismo de los consagrados es pura ilusión y mera
expectación. Aún están demasiado lejos de ser renegados; ponen gruesas gafas de
cristales planos a la cara de la mediocridad sólo para parecer ante sí mismo y
en el seno de la competencia universal más “brillantes” la precondición subjetiva
para la oposición, el juicio no normado, se extingue mientras su conducta se
decanta en ritual de grupo. Stalin no necesita más que carraspear para que
tiren a Kafka y a van Gogh a la basura.
(Minima Moralia, T. W. Adorno)
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