... Leerlos era como leer la crónica de una batalla en la
que tú habías luchado escrita por alguien que no sólo no había estado presente
sino que, en algunos casos, ni siquiera había nacido cuando tuvo lugar la
batalla. Toda esa gente que escribía acerca de mi vida tanto interior como
exterior lo hacia con una seguridad absoluta que yo nunca había experimentado.
... Hacía mucho tiempo se había decidido que yo sólo podría
superar mi ignorancia aprendiendo por mi cuenta. Pero sabía que de ahora en
adelante no tendría a nadie que corrigiera mis errores y por eso, con toda la
felicidad que uno encuentra al ser dueño de sus actos, hice de la mañana una
mañana solitaria.
–Si no
tuvieras problemas no sería divertido –dijo Pop–. Tú no eres un tipo corriente,
y la mayoría de los que ahora llaman cazadores blancos son tipos corrientes que
hablan el idioma y siguen las rodadas de otra gente. Tu dominio del idioma es
limitado. Pero tú y tus desacreditados compañeros seguid las huellas que hay y
podréis hacer alguna nueva.
Siempre hay
tierras míticas que pertenecen a nuestra infancia. Las solemos recordar y
visitar algunas veces cuando estamos dormidos y soñamos. De noche son tan
fascinantes como cuando éramos niños. Pero si alguna vez regresas para verlas,
ya no están allí. Pero por la noche, si tienes la suerte de soñar con ellas,
son tan maravillosas como lo fueron siempre.
... Ya no éramos niños, en sentido estricto, pero estoy
completamente seguro de que en muchos sentidos lo éramos. Infantil se ha
convertido en un término despectivo.
Es posible
sentirse agradecido de que nadie con quien te relaciones voluntariamente diga:
“Sé maduro. Sé equilibrado. Sé ponderado.”
... Nadie le dice a nadie en África: “¿Por qué no creces?”
Todos los hombres y animales suman un año más de edad cada año y algunos
adquieren un año más de conocimiento. Los animales que mueren más pronto
aprenden más de prisa. Una gacela joven es madura, equilibrada e integrada a la
edad de cuatro semanas. Los hombres saben que en relación con la tierra son
niños y que, como en los ejércitos, madurez y senilidad cabalgan muy juntas.
Pero tener corazón de niño no es una desgracia. Es un honor. Un hombre debe
comportarse como un hombre. Debe luchar siempre preferiblemente y sensatamente
con la ventaja a su favor, pero si es necesario también en inferioridad de
condiciones y sin pensar en el resultado. Ha de respetar las leyes y costumbres
de su tribu tanto como le sea posible y aceptar la disciplina tribal cuando no
lo haga. Pero nunca será un reproche decir que ha conservado un corazón de
niño, la sinceridad de un niño, la frescura y la nobleza de un niño.
(Al romper el alba, Ernest Hemingway)
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