... Más se aprende al
lado de una mujer de sus cualidades, que trasegando caminos y liándose con las
gentes cuyo trato sólo deja la triste secuela de su desorden y las pequeñas
miserias de su ambición, mediad de su risible codicia.
Dos metales existen que alargan la
vida y conceden, a veces, la felicidad. No son el oro, ni la plata, ni cosa que
se les parezca. Sólo sé que existen.
... Algo en sus
hombros que habían perdido toda movilidad de expresión y se mantenían rígidos
como si ya no tuvieran que sobrellevar el peso de la vida, el estímulo de sus
dichas y miserias. La voz del que habla porque le sería insoportable el
silencio de los otros.
... La corriente de
las aguas al chocar contra las grandes piedras acompañó a lo lejos sus
palabras, agregando una opaca alegría al repasar monótono de sus asuntos,
siempre los mismos, pero ahora inmersos en la indiferente e insípida cantilena
que traicionaba su presente condición de vencido sin remedio, de rehén de la
nada.
‘Prolongar la soledad
sin temor al encuentro con lo que en verdad somos, con el que dialoga con
nosotros y siempre se esconde para no hundirnos en un terror sin salida’
(La nieve del almirante, Álvaro Mutis)
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