Los
artistas no subliman nada. Que no satisfacen sus deseos ni tampoco los
reprimen, sino que los transforman en productos socialmente deseables –sus
creaciones-, es una ilusión de psicoanálisis; además las legítimas obras de
arte son hoy, sin excepción, socialmente indeseables. Los artistas más bien
muestran instintos arrolladores, calificadamente neuróticos, intermitentes y al
mismo tiempo en colisión con la realidad. Hasta el sueño burgués de convertirse
en actor o violinista como una síntesis de manojo de nervios y rompecorazones
es más convincente que la no menos burguesa economía del instinto, por la cual
los afortunados de la renuncia se resarcen con las sinfonías o las novelas. Los
artistas son más bien la representación del desenfreno histéricamente exagerado
que sobrepasa todas las angustias imaginables; es el narcisismo llevado a los
límites de la paranoia... El arte es tan antiartístico como los artistas.
(Minima Moralia, T. W. Adorno)
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