... Un día me encontré un
periódico ruso y le guardé para hacerme un gorro. Me pegaron por esto, aunque
no sabía leer el ruso. ¡En fin, qué quiere usted!, no pueden vivir sin
fanatismo, pues cada pueblo conserva instintivamente su nacionalidad. Pero esto
no lo comprendía yo entonces y me sublevaba sinceramente.
-No
se puede ser profesor, sin conocer la psicología. Antes de instruir a un niño,
hay que comprender su alma.
Le dije que para esto
no le hacía falta leer psicología, y que para un pedagogo que aun no está
acostumbrado a los procedimientos técnicos, para enseñar lectura y aritmética,
la psicología me parecería un lujo semejante al de las matemáticas superiores.
Convino conmigo y comenzó a disertar sobre lo dificultoso que es un cargo de
profesor, de lo arduo que era extirpar de la cabeza de un niño la inclinación
hacia el mal, la superstición; qué difícil es pensar de una manera honrada y
libre, inculcar la verdadera religión, la idea de personalidad, de libertad,
etc., le respondí algo, a lo que asintió: daba la razón a todo con gran
facilidad. Todo lo que era de orden intelectual estaba, al parecer, poco sólidamente
en su cabeza.
(Errante, Antón Chéjov)
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