Las exquisiteces con que los más ricos llenan sus casas ansían desamparadas un
mueso que, sin embargo, y como bien observa Valéry, mata el sentido de la
pintura y la escultura, que sólo su madre, la arquitectura, colocaba en su
lugar… Algo de esta paradoja hay en la base de todo arte, que hoy sale a la luz
en la declaración de que el arte todavía existe. La idea arraigada de lo bello
exige a la vez la afirmación y el rechazo de la felicidad.
(Minima Moralia, T. W. Adorno)
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