... Esta objeción olvida que la emancipación de la mujer, el problema de
la mujer, los movimientos feministas, han tenido lugar en todos los tiempos,
aunque con diversa intensidad. Se exageran demasiado los obstáculos que ha
puesto el hombre a los esfuerzos realizados para lograr el perfeccionamiento
espiritual de la mujer, y no se tiene suficientemente en cuenta que hasta hoy
no es la mujer genuina la que aspira a la emancipación, sino que este
movimiento se debe a la mujer masculina que interpretan mal su propia
naturaleza, y no reconocen los motivos de su acción cuando creen hablar en
hombre de la mujer.
Como cualquier otro
movimiento de la historia, el feminista estaba también convencido de que era la
primera vez que se planteaba, que era nuevo, que jamás había existido; y sus
defensoras mantenían que la mujer había languidecido hasta entonces en las
tinieblas, sujetas por cadenas, mientras que ahora comenzaba a comprender y a
exigir sus derechos naturales. Pero, como para todos los movimientos de la
historia, también es posible descubrir para éste amplios antecedentes.
Si es cierto que en una
época nacen más y en otras menos individuos hermafroditas comprenderíase
fácilmente que los movimientos feministas vayan apagándose espontáneamente, y
que luego vuelvan a reaparecer en un ritmo sin fin. En efecto, las mujeres que
aspiran a emanciparse nacen unas veces en mayor y otras en menos numero.
... Pero mientras esta suposición anuncia una época en la que al menos
desaparecerá para siempre la necesidad de la emancipación, y tan sólo existirán
seres masculinos y femeninos completos, la idea de un retorno periódico del
movimiento feminista condena todas las tentativas a una impotencias dolorosa,
comparable al trabajo de las Danaides, del cual, a medida que pasa el tiempo, nada
queda.
... En Francia, por ejemplo, jamás ha podido echar
raíces un movimiento feminista, aunque haya sido predicado por tres de las
mujeres más célebres, y, sin embargo, en ningún país de Europa es tan elevado
el número de miembros del sexo femenino que han podido procurase una
independencia en sus asuntos. La lucha para cubrir las necesidades materiales
nada tiene que ver con el esfuerzo para lograr un desarrollo espiritual, y debe
separarse resueltamente de él.
... El movimiento feminista en el Renacimiento y su desaparición sin
dejar huellas es un ejemplo muy instructivo para la defensoras de los derechos
de la mujer. La verdadera liberación del espíritu no puede procurarla un
ejército por muy grande y aguerrido que sea; cada individuo debe luchas si
quiere conseguirla para sí. ¿Contra quién? Contra todo lo que en la propia alma
sirve de rémora. El mayor, el único enemigo de la emancipación de la mujer
es la mujer.
... En efecto, las mujeres que
piden la emancipación por ciertas necesidad interna, inducen en las
restante la tendencia a adquirir una cultura; así surge la moda del estudio
entre las mujeres y se fomenta una agitación risible que las lleva a creer en
una aptitud que de ordinario no es otra cosa que un medio de defensa de la
mujer contra el marido o de las hijas contra el poder materno... Es decir,
de las mujeres con rasgos masculinos. Pero nada de formación de partidos, nada
de falsas revoluciones, nada de movimientos feministas integrales, que dan
lugar a ensayos antinaturales, artificiosos, en el fondo mendaces.
(Mendacidad: Habito o costumbre de mentir)
Nuestro tiempo no es
tan sólo el más judaico, sin también el más feminista; el tiempo para el cual
el arte es únicamente una careta y que encuentra su inspiraciones artísticas en
el juego de los animales; el tiempo del anarquismo más crédulo, sin comprensión
para el Estado y para el derecho; el tiempo de la ética de la especie y de las
concepciones históricas más superficiales (el materialismo histórico); el
tiempo del capitalismo y del marxismo, para el que la historia, la vida y la
ciencia no significan otra cosa que economía y técnica; el tiempo en que el
genio es considerado como una forma de locura y que, sin embargo, no posee ni
un gran artista ni un gran filósofo; el tiempo de la originalidad más escasa y
que más busca la originalidad; el tiempo que ha sustituido el ideal de la
virginidad por el culto a la semivírgenes; ese tiempo ha tenido también la
gloria de ser el primero en que los individuos no contentos con haber afirmado
y adorado al coito, lo han elevado a la categoría de deber, no para olvidar,
como los romanos y los griegos en la bacanal, sino para encontrarse a sí mismo,
y para dar un contenido a su propia esterilidad.
(Sexo y Carácter, Otto Weininger)
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