... Deba no dijo nada. Había perdido su delicioso impudor
kamba y le acaricié la cabeza agachada, que tenía un tacto delicioso, y le
toqué los sitios secretos detrás de sus orejas y ella levantó la mano,
furtivamente, y tocó mis peores cicatrices.
Sentado
allí tomando mi té pensaba que la escisión, en el campamento, una escisión
amistosa pero una escisión en espíritu y en apariencia, no era entre los
creyentes y los no creyentes, ni entre lo bueno y lo malo, ni entre lo antiguo
y lo nuevo, sino fundamentalmente entre cazadores y guerreros activos y los
demás. Keiti había sido un hombre de guerra, un soldado, un gran cazador y
rastreador y era él quien lo mantenía a todo cohesionado con su gran
experiencia, conocimiento y autoridad. Pero Keiti era un hombre conservador de
considerable riqueza y propiedades y en el tiempo de cambios que vivíamos ahora
los conservadores tenían un papel difícil. Los jóvenes que habían sido
demasiado jóvenes para la guerra y que nunca habían aprendido a caza, porque en
su país ya no había caza, y eran chicos demasiado buenos e inexpertos...
... Todos nosotros considerábamos que cualquier clase de
herida o desastre que nos pasase y que no produjese lesión grave ni fuera fatal
era algo extraordinariamente cómico y eso era difícil para aquel chico que era
delicado y amable y cariñoso. Quería ser guerrero y cazador, pero en cambio era
aprendiz de cocinero y mozo de comedor.
–Ya lo sé.
Pero, por favor, no hagas daño a otras personas.
–Todo el
mundo hace daño a otras personas.
–Entonces
de repente la tontería se hace tan real como si alguien te cortase un brazo.
Cortado de verdad. No como en un sueño. Quiero decir cortarlo de verdad de un
tajo como Ngui con el panga.
–Ya lo sé
–dije–. Todo forma parte de lo mismo, gatita. Nada es tan simple como parece.
Yo no soy bruto con esa chica. Sólo es una manera de ser correcto.
–Pero ahí
está esa extraña brusquedad y la inhumanidad y las bromas crueles. En todos
vuestros chistes está la muerte. ¿Cuándo empezará otra vez a ser todo agradable
y encantador?
–Nos
enseñan tan pocas cosas en la escuela –comentó Willie–. ¿Puedes darme alguna
idea general sobre los Ríos del Viento, Papá?
–Espero que
esta vez esté buena. Debe de tener una mujer encantadora porque es tan feliz y
amable. Cuando la gente tiene una mujer mala se les nota lo primero de todo.
–¿Y qué me
dices de un mal marido?
–También se
nota. Pero algunas veces se tarda más porque las mujeres son más valientes y
leales.
Había problemas
de diversa índole. Pero el fuego y la noche y las estrellas los hacían parecer
pequeños.
... Estaba claro que los mau–maus tenían misioneros entre
los masais y estaban organizando a los kikuyu que trabajaban en las talas
madereras del Kilimanjaro.
(Al romper el alba, Ernest Hemingway)
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