La gente
buena, si se piensa un poco en ello, ha sido siempre gente alegre. Era mejor
mostrarse alegre, y ello era una buena señal. Algo así como hacerse inmortal
mientras uno está vivo todavía. Era una idea un poco complicado. Lo malo era
que ya no quedaban con vida muchos de buen humor. Quedaban condenadamente
pocos. “Y si sigues pensando así, muchacho, acabarías por largarte tú también.
Cambia de disco, muchacho; cambia de disco, camarada. Ahora eres tú el que va a
volar el puente. Un dinamitero, no un pensador.
–Oiga –dijo
Robert Jordan, inclinándose hacia él, mientras metía la taza en el recipiente
para servirse otra vez vino–. Oiga, si tengo que pedir alguna vez un favor a
alguien, se lo pediré cuando llegue el momento.
... Estaba violando el segundo mandamiento de los dos que
rigen cuando se trata con españoles: hay que dar tabaco a los hombres y dejar
tranquilas a las mujeres. Pero vio también que no le importaba nada. Había
muchas cosas que le tenían sin cuidado;
... Pero cuando se mata a un hombre, a un hombre que es como
nosotros, no queda nada bueno.
–No puedes
clavar su pata en la puerta de la iglesia –dijo Jordan.
–No, sería
una barbaridad. Y sin embargo, la mano de un hombre es muy parecida a la pata
de un oso.
–Y el tórax
de un hombre se parece mucho al tórax de un oso –comentó Jordan–. Debajo de la
piel, el oso se parece mucho al hombre.
–Sí –agregó
Anselmo–. Los gitanos creen que el oso es hermano del hombre.
–Los indios
de América también lo creen. Y cuando matan a un oso le explican por qué lo han
hecho y le piden perdón. Luego ponen su cabeza en un árbol y le ruegan que los
perdone antes de marcharse.
–Los
gitanos piensan que el oso es hermano del hombre porque le gusta beber cerveza,
porque le gusta la música y porque le gusta el baile.
(Por quién doblan las campanas. Ernest Hemingway)
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