miércoles, 8 de febrero de 2012

La vida hace la obra de

Fernand Léger


… Me parece que los árboles tienen una fuerza animal. Si los pájaros se esconden en los árboles, es porque hay una afinidad entre ellos. Los árboles tienen algo en común con los animales. ¡y qué diversidad de expresión! Me acuerdo de un claro de luna sobre unos plátanos derribados, tendidos. Daba miedo, realmente era horrible, era demoníaco. Eran como bestias masacradas. Había ramas que gritaban otras veces, se ve en ellos tal serenidad. Pero no son aceptables más que sin hojas. No hay dos iguales. Los arboles son mi gran pasión. No descanso cuando hay árboles entorno mío. me inspiran un gran deseo de pintarlos, pero sé que jamás podré pintarlos tal como los veo ¿Cómo llegar a darles más expresión que la que tienen? Me siento derrotado de antemano. Y que cosa tan extrañas, la vida y muerte de los árboles.


Ahora, cuando pienso en aquellos años, me doy cuenta de que los impresionistas hicieron una revolución formidable. Pusieron final al claroscuro. Su revolución es mucho más grande que la nuestra. ¡Qué juegos de colores puros! Aquellos cinco o seis fulanos que se morían de hambre dominaron una situación más difícil que la nuestra… no quiero decir que fuera fácil para nosotros, pero no podemos compararnos con ellos: llegamos a un terreno revolucionario, ya preparado, lo cual importa mucho.


La expresión siempre ha sido un elemento demasiado sentimental para mí, yo percibía la figura humana no solamente como un objeto, sino que, como la maquina me parecía tan plástica, quería dar a la figura humana la misma plasticidad.


… Desde el punto de vista arquitectónico, hay una revolución completa por hacer: el día que la chimenea no ocupo ya la mitad de la pared, en que las paredes seann de diferentes colores, una roja, la otra azul o amarilla, se habrá dado un gran paso. Llamo estas paredes ‘los rectángulos elásticos’, porque, según el color, cambia su valor. Es espantosa una pared blanca. Sólo el color pude destruir su superficie muerta. (…) fueron unos héroes estos arquitectos que pudieron acabar con el decorado de fin de siglo (…) la arquitectura que por la fuerza de las circunstancias evoluciona más lentamente, no ha captado todavía por completo el espíritu de la época. Pero el día que lo capte, inmediatamente el arte atstracto encontrará su lugar.


… me di cuanta que para gozar del arte hace falta cierta cultura, hace falta educación y hace falta tiempo, y mientras la gente trabaje hasta las siete de la noche no hay nada que hacer… me acuerdo que en 1936-1937, cuando, después de mucho porfiar, se consiguió que el Louvre continuase abierto después de las horas de trabajo una semana al mes… ¿qué fue lo que pasó? La primera semana la gente acudíó –se había hablado tanto del asunto-, pero todo se presentaban a ver la gioconda, hacían colas. ‘Es la obra maestra de Rafael’, escuché que alguien le decía a su acompañante. Buscaban el nombre del pintor. No sabían nada, pero la Gioconda es lo que iban a ver, y una semana más tarde ya no volvieron. Así que no basta dejar abertos los museos. Hay que guiar a la gente, es un trabajo muy largo y delicado, pero estoy segro que, si tuvieran tiempo libre, los trabajadores progresarían más que los burgueses, porque son vivaces y sanos.

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