miércoles, 15 de febrero de 2012

notas sobre "Correo del Sur"



... “Sólo soy un obrero, establezco el correo de África.” Y para el obrero, que cada día comienza a construir el mundo, el mundo comienza cada día.


¡Qué mundo bien ordenado desde los 3000 metros! Ordenado como la majada de su redil. Casas, canales, rutas, juguetes de los hombres. Mundo loteado, mundo embaldosado, en el que a cada campo corresponde su cerco, al parque su muro. Carcasona, donde cada mercera repite la vida de su abuela. Humildes felicidades parceladas. Juguetes de los hombres bien ordenados en su vitrina.


Bernís sonreía; los pilotos jóvenes se inclinan a la fantasía. Una roca pasa, en tiro de honda, y lo asesina. Un niño corre, pero una mano lo sujeta por la frene y lo tira hacia atrás...


¿Quién te ha enseñado luego, Santiago Bernís, a correr mundo? ¿El avión? Se avanza lentamente cavando un agujero en un cristal duro. Poco a poco las ciudades se remplazan una por otra, hay que aterrizar para corporizarse en ellas. Ahora sabes que esa riquezas son sólo ofrecimientos que luego se borran lavadas por las horas como por el mar. Mas al regreso de tus primeros viajes, ¿en qué hombre creías haberte convertido y por qué aquel deseo de confrontarlo con el fantasma de un chiquillo tierno? Desde tu primera licencia me trasportaste al colegio; desde el Sahara, Bernís, donde espero tu paso, recuerdo con melancolía aquella visita a nuestra infancia.


Volvíamos sólidos, firmes sobre nuestros músculos viriles. Habíamos luchado, habíamos sufrido, habíamos atravesado tierras sin límites, habíamos amado a algunas mujeres, a veces habíamos jugado a cara o cruz con la muerte, simplemente para liberarnos del temor que había dominado nuestra infancia, temor a los castigos y encierros, para poder asistir, invulnerables, a las lecturas de las notas del sábado a la noche.


... Si realmente el hombre que ama a una mujer se transforma en su esclavo, como Pirro, o en su verdugo, como Nerón. Si realmente responde el África, sus soledades y su cielo azul, a las enseñanzas del profesor de geografía (¿Y los avestruces que cierran los ojos para protegerse?) Santiago Bernís se inclinaba algo, pues poseía grandes secretos, pero los profesores se los robaban.


“¿Por qué volvió al país?” Bernís no les respondió, pero los viejos profesores conocías las almas y, guiñando el ojo, pensaban en el amor...


... Bernís está perdido. Un segundo más y será arrojado para siempre de esta casa trastornada y que apenas comenzaba a comprender.


... Cada habitante tiene diez mil metros de cielo puro sobre él, un cielo que llega hasta los cirrus.


Tengo que volver atrás y hablar acerca de aquellos dos meses, pues de otro modo ¿qué quedaría de ellos?


Dos meses antes subía hacia París, pero después de tanta ausencia ya no se vuelve a encontrar el mismo lugar, uno molesta en la ciudad.


“Pero por supuesto, el mismo. Sus asuntos no marchan muy bien. Bueno, tú sabes... la vida.” Todos eran prisioneros de sí mismos, limitados por un freno oscuro, y no como él, un fugitivo, un niño pobre, un mago.


Aquella mujer en un rincón del bar... la reconocía con su rostro apenas fatigado por haber servido tantas sonrisas. Aquel barman... el mismo.


Trayecto en automóvil desde el aeropuerto hasta la estación; rostros cerrados, endurecidos, frente al suyo; manos que llevaban grabado el destino, que descansaban chatas, pesadas, sobre las rodillas; campesinos, rozados apenas, que volvían del campo; jovencitas que ante su puerta aguardaba un hombre entre cien mil, que había renunciado a cine mil esperanzas; madre que acunaba un hijo del que ya era prisionera, que ya no podía huir.


¡Y las primaveras! ¿Recuerdas aquella primavera después de la lluvia gris de Tolosa? ¡Qué nuevo era el aire que circulaba entre las cosas! Cada mujer contenía un secreto, un acento, un gesto, un silencio. Y todas eran deseables.


“Genoveva, ¿tiees un amante?”
¡Esta vez sí que enrojecerías! Pero no. Sonreías sin turbación. Sacudías la cabeza. En tu reino, una estación aporta las flores, el otoño los frutos, una estación aporta el amor, la vida es simple.


Los hombres, ahora, inclinan hacia Genoveva sus pecheras blancas y cumplen el oficio de seductores, como si la mujer se ganara con ideas, con imágenes, como si la mujer fuera el premio de semejante concurso. También el marido se muestra encantador y la deseará por la noche. La descubre cuando los otros la han deseado, cuando en su vestido de noche, su fulgor, su deseo de gustar, brilló bajo la mujer, algo de la cortesana. Ella piensa: ama lo mediocre. ¿Por qué no se la amará nunca entera? Se ama una parte de ella, pero se deja la otra en la sombra. Se la ama como se ama a la música, el lujo. Es espiritual o sentimental y se le desea, pero lo que cree, lo que siente, lo que lleva en sí… de eso se burlan. La ternura por su hijo, las más razonables preocupaciones, toda esa región en sombra la descuidan.


El médico se asombraba de esa joven que no lloraba, que no pronunciaba ninguna palabra inútil, y que lo servía como una enfermera hábil; admiraba esa pequeña sirvienta de la vida.


Pero esa observación destinada al globo inflado que él era, a su nulidad frente a las cosas, fue el latigazo decisivo sobre su exaltación. Y declamó. Sí, ellasiempre había sido indiferente a sus esfuerzos, coqueta, liviana. Sí, él, Herlin, había sido por mucho tiempo la víctima, que volcaba en ella todas sus energías. Si, pero eso no era nada, todo lo sufría solo, siempre estamos solos en la vida.


Ella apoyaba la frente en el hombro de Bernís, y Bernís creyó que Genoveva, toda ella, encontraba allí refugio. Seguramente también lo creyó ella. Seguramente ellos no sabían que bajo la caricia se aventuraba muy poca cosa de uno mismo.


“Entonces, por supuesto, cuando todo termina no se siente una gran desesperación. Uno está casi asombrado de esa paz, de ese silencio. Yo pensaba… pensaba: ‘El niño descansa.’ Eso es todo. Me parecía también que yo desembarcaba al amanecer, muy lejos, no sé dónde, y que no sabía qué hacer. Pensaba: ‘Hemos llegado.’ Miraba las jeringas, las drogas, y me decía: ‘Ya nada de esto tiene sentido… hemos llegado.’ Y me desmaye.”


Sí, ya sé, en la turbación de hoy… Pero los dramas son raros en la vida, hay tan pocas amistades, tan pocas ternuras, tan pocos amores que liquidar. A pesar de lo que dices de Herlin, un hombre no cuenta gran cosa. Yo creo… que la vida tiene otros puntos de apoyo, las costumbres, las convivencias, las leyes, todo eso cuya necesidad no sientes, todo eso de lo que has escapado… es eso lo que le proporciona un marco. Para existir hyace falta estar rodeado de realidades que permanezcan. Pero, absurdo o injusto, todo esto es sólo leguaje, y Genoveva, cuando tú la lleves, quedará privada de Genoveva.
Y además, ¿sabe ella de qué tiene necesidad? Ese hábito mismo de la fortuna, que ella ignora. El dinero es lo que permite la conquista de los bienes, la agitación exterior –y su vida es interior- pero es la fortuna la que hace durar las cosas. Ella es el río invisible, subterráneo, que alimenta durante un siglo las paredes de una morada, los recuerdo, el alma. Y tú vas a vaciarle la vida como se vacía un departamente de mil objetos que yo no se ven pero que lo componen.
Pero me imagino que para ti amar es nacer. Creerás llevarte una Genoveva nueva. Para ti el amor es aquel color de ojos que a veces veis en ella y que será fácil alimentar como una lámpara. Es verdasd que en algunas ocasiones las palabras más simples parecen cargadas de poder como para ello y que es fácil alimentar el amor…
Vivir, indudablemente, es otra cosa.


“No es nada –pensaba Genoveva-, todavía soy una extraña en una vida que no es la mía.” Se hundió en un sillón y cerró los ojos. Lo mismo que en la cabina del expreso, cada segundo que se vive arroja hacia atrás casas, bosques, aldeas. Sin embargo, si se abren los ojos en la cama sólo se ve un aro de cuero, siempre el mismo. Nos transformamos sn darnos cuenta. “Dentro de ocho días abriré losojos y seré otra, nueva: él me lleva.”


Luego se interrumpió, adivinaba que la desnudez qe anhelaba era un lujo mucho mayor, que exigía muchos objetos más que esas máscaras sobre sus rostros. Aquel vestíbulo donde jugaba de niña, aquellos parquets brillantes de roble, aquellas mesas macizas, capaces de atravesar siglos sin pasarse de moda ni envejecer…


… Ella quiere amar la imagen del amor; no tiene otra cosa que la defienda que esta débil imagen…


… Cada árbol era tan difícil de alcanzar; cada árbol, uno detrás de otro, y había que recomenzar a cada instante.

… Un ejército sin fe no puede conquistar.


… El corazón late demasiado rápido y duele. Lo mismo ocurre en un vagón: el ruido de los ejes esconde la fuga, los ejes golpean como el corazón; apoyamos la frente contra el vidrio y el paisaje fluye en masas negras que finalmente el horizonte recoge, y cerca poco a poco la paz, dulce como la muerte.


… Cuando uno se abandona no sufre, aun cuando se abandone a la tristeza, ya no sufre.


… “Usted es todo… todo mi amor.” Y era verdad, pero por esas palabras él supo también que no estaban hechos el uno para el otro.


…Sabía que su trabajo lo rodaría de lazos tan materiales que volvería a asirse a una realidad; también sabía que en la vida cotidiana el menor paso adquiere la importancia de un hecho y que el desastre moral pierde en ella parte de su significación hasta las bromas de la escala conservarían su sabor. Era raro, y, sin embargo, cierto, pero no se interesaban en sí mismo.


“Oh, prisioneros, comprendedme. Yo os libero de vuestra ciencia, de vuestras fórmulas, de vuestras leyes, de la esclavitud del espíritu. Del determinismo más duro que la fatalidad. Soy la falla en la armadura, soy el tragaluz en la prisión, soy el error en el cálculo: yo soy la vida.


… Mujeres con las que nos cruzamos una sola vez en la vida, la oportunidad única. Allá, Montmartre, de luz más cruda.


Ya se había desplegado en él todo el fervor, y se decía. “Tú no puedes darme nada de lo que deseo.” Y sin embargo su aislamiento era tan cruel que tuvo necesidad de ella.


Tenía demasiada vida interior como para pensar en un accidente personal. Esas ideas ocurren en los corazones vacíos, pero la imagen del armario le encantaba. Hay cosas imposibles… pero aun así las dominará.


El cielo está amarillo. En unas horas el viento desordenará un desierto modelado, durante meses, por el viento del norte. Días de desorden, las dunas, tomadas de soslayo, extienden su arena en largas mechas, y cda una se deshilacha para rehacerse un poco más lejos.


… tú, que no nos hablarás ni del amor ni de la muerte, de nunguno de los verdaderso problemas, sino de la dirección del viento, del estado del cielo, del motor; que reírás del chiste de un mecánico, te quejarás del calor, te asemejarás a cualquiera de nosotros.


… Estábamos perdidos en el confín del mundo porque sabíamos ya que viajar es ante todo cambiar de carne.


Huir, ahí estaba lo importante. A los diez años nos refugiamos en el maderamen del granero. Pájaros muertos, viejas valijas desvencijadas, ropas extraordinarias: algo así como los entretelones de la vida. y el tesoro que decíamos escondido, el tesoro de las casas antiguas, exactamente descrito en los cuentos de hadas: zafiros, ópalos, diamantes. Tesoro que brillaba débilmente. ¿Cuál era la razón de ser de cada muro, de cada viga? Vigas enormes que defendían la casa de sabe Dios qué. Sí. Del tiempo. Porque éste era entre nosotros el gran enemigo. De él nos protegíamos con las tradiciones, con el culto al pasado.


El inspector golpeaba el boleto:
-Si va usted de París a Tolosa, ¿por qué se baja aquí?
-Seguiré en el próximo tren.
El inspector le clavaba los ojos. Vacilaba en entregarle no una ruta, un arroyo, rosas silvestres, sino ese reino que desde Merlín se sabe penetrar bajo las apariencias. Finalmente ha de haber leído en Bernís las tres virtudes indispensables –de Orfeo en adelante- para estos viajes: coraje, juventud, amor…


Esa misma noche el carro, el ómnibus, el rápido le permitirán esa fuga embrollada que nos conduce al mundo desde Orfeo, desde la bella durmiente del bosque. Parecerá un pasajero igual a cualquier otro, en camino a Tolosa, con la mejilla blanca apoyada contra el vidrio. Pero en el fondo del corazón llevarán un recuerdo que no se puede contar, “color de luna”, “color de tiempo”


Bernís sonrió, pensando en los mil trabajitos, en los mil pequeños ajetreos de la casa. Se caminaba a lo largo del día sirviendo a las mismas necesidades, ordenando el mismo desorden. Los dramas tenían allí muy poca importancia, bastaba con ser un viajero, un extranjero, para sonreír…
“La noche –pensaba- caía aquí exactamente igual que en otra parte un año entero; era un ciclo cumplido. Al día siguiente, la vida vovlái a empezar. Se caminaba hacia la noche. Entonces no quedaba lugar para ninguna preocupación: las ppersianas cerradas, los libros ordenados, el guardafuego exactamente en su lugar. –Ese descanso ganado hubiese podido ser eterno, a Bernís le gustaba-. Mis noches son menos que treguas…”


-¿Un cigarrillo?
-Sí.
-El sargento mastica su cigarrillo.
-Sargento, mañana encontraré a mi camarada. ¿Dónde crees que está?
El sargento, seguro de sí, me señala todo el horizonte…
Un niño perdido llena el desierto.


Bernís, un día me confesabas: “Amé una vida que no comprendí bien, una vida no totalmente fiel. Ni siquiera sé muy bien de qué he tenido necesidad, era un habre ligera…”
Bernís, un día me confesabas: “Lo que adivinaba se oculta detrás de todas las cosas. Me parecía que con un esfuerzo lograría comprenderlo, conocerlo y llevármelo. Y me iba turbado por aquella presencia de amigo que jamás pude sacar a la luz…”
Tengo la impresión de que un barco zozobra. Tengo la impresión de que un niño se calma. Tengo la impresión de que el temblor de velas, de mástiles y de esperanzas entra en el mar.


(Correo del Sur, Antoine de Saint-Exupéry)

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