La caja de Pandora
Prefacio
... y sin embargo, ha estado siempre en la esencia de nuestro desarrollo espiritual que alguien que da un paso decisivo hacia delante en algún ámbito espiritual sea llevado a los tribunales acusado de atentar precisamente contra ese ámbito. Un médico que confiado en su investigación realiza una extirpación nunca ensayada es expone de antemano y con total conciencia al peligro de ser acusado de lesión corporal u homicidio por negligencia. La experiencia nos enseña, en efecto, que en sus consecuencias extremas se tocan los ámbitos que en sus formas normales se oponen diametralmente el remedio y el veneno se diferencian sólo por el modo de su aplicación. Los contemporáneos rara vez diferencian de manera fiable lo sublime de lo ridículo. Lo verdaderamente sublime ha sido concebido en sus comienzos casi siempre como algo ridículo, y cuántas conductas que habían sido percibidas por todos sus participantes como algo sublime se han convertido de pronto en la mayor ridiculez. “summum jus” y “summa injuria” son conceptos que coincidirán hasta el fin de los tiempos.
El libro
Alwa.- Si en este momento no precisara de toda mi tensión espiritual para “El Dominador del Mundo”, me gustaría probar este asunto para ver si es viable. Esa es la maldición que pesa sobre nuestra literatura más reciente, somos demasiado literarios. Sólo conocemos las cuestiones y problemas que surgen entre escritores y gente culta. Nuestro horizonte no va más allá de los límites de nuestros intereses corporativos. Para volver a las huellas de un arte grande y poderoso tendríamos que movernos lo más posible entre gente que no hubiera leído un libro en su vida, en la que los instintos animales más simples fueran los determinantes de su conducta. En mí “Espíritu de la Tierra” he tratado ya de trabajar según ese principio con todas mis energías.
Alwa.- Alguien como él podría servirme de modelo de mi “Dominador del Mundo”. Hace veinte años que la literatura no hace más que producir semihombres; hombres que no pueden engendrar hijos y mujeres que no los pueden parir. Eso es lo que se llama “problema moderno”.
Rodrigo.-... Desde sus veinte años se ha casado tres veces y ha satisfecho a una cantidad colosal de amantes; finalmente también aparecen las necesidades del corazón. Pero el objeto de su interés debe de tener escritos en la frente los siete pecados capitales, si no ella no lo adora. (...) Con su disposición práctica a la mujer no le cuesta mantener a su marido ni la mitad de esfuerzo que al contrario. Con tal que el hombre le proporcione un interés espiritual y no deje que desaparezca el sentido familiar.
Alwa.- He aprendido a dominar la humanidad y a llevarla de la rienda como una cuadriga domada..., pero no puedo sacar a esa joven de la cabeza. Con ese estudiante podría dar clases privadas de desprecio del mundo.
Schigolch.-... Esta no entiende nada. No puede vivir del amor porque su vida es el amor.
Geschwitz.-... Los seres humanos no se conocen, no saben lo que son. Sólo quien no es un ser humano los conoce. Cada palabra que dicen es falsa, es una mentira. Pero no lo saben, porque hoy son de un modo, mañana de otro; dependen de si han comido, bebido y amado. Sólo el cuerpo sigue siendo durante algún tiempo lo que es, y sólo los niños poseen la razón. Los mayores son como los animales; ninguno sabe lo que hace. Cuando son felices gimen y se quejan, y en la miseria se alegran por cada pequeño bocado. Es extraño cómo el hombre les quita a los hombres la fuerza de ser infelices. Pero una vez que se han saciado hacen que el mundo se convierta en una cámara de tortura y desprecian su vida para satisfacer un capricho. ¿Habrá existido algún ser humano que haya sido feliz por el amor? ¿Es su felicidad otra cosa que poder dormir mejor y olvidarlo todo? ¡Oh Dios!, te agradezco que no me hayas hecho como ellos. Yo no soy un ser humano, mi cuerpo no tiene nada en común con el cuerpo humano. Tengo en cambio un alma humana los hombres torturados tienen un corazón pequeño y estrecho; yo sé, sin embargo, que no es mérito mío si lo entrega todo, lo sacrifica todo...
(La Caja de Pandora, Frank Wedekind)
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