-Ah,
gracias. Pensé que también usted se había olvidado de su princesa. La gente
sólo se acuerda de sus enemigos, mientras que se olvida de sus amigos...
... ¡Qué cosa tan rara! Todos
huían de sus favores como los ratones huyen del gato. ¿Y por qué? Muy sencillo.
No porque nuestro pueblo fuese ignorante e ingrato, como usted trató de
explicarlo siempre, sino porque en sus acciones, perdóneme la expresión, no
hubo un ápice de amor ni de piedad. Solo hubo deseo de divertirse con muñecos
vivos y nada más... El que no sabe distinguir entre un hombre y un perro de
lana, no debe ocuparse de beneficencia. ¡Le aseguro que entre la gente y los
perros de lana hay una gran diferencia!
(La princesa, Antón Chéjov)
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