En el prólogo de Schiller a su Fiesco se lee: “Si es verdad
que sólo el sentimiento despierta el sentimiento, a mi parecer el héroe
político no tendría que ser sujeto de la escena en el mismo grado en que debe
arrinconar al hombre para convertir en el héroe político. No estaba en mí
infundir a mi fábula ese vivo ardor que domina en ella como puro producto del
entusiasmo, pero lo que sí estaba en mí era desarrollar la fría y árida acción
política desde el corazón humano y de esa manera recuperar sus lazos con el
corazón humano –volver complejo al hombre a cuenta de la calculadora cabeza del
político– y derivar de la intriga urdida situaciones a la medida de la
humanidad. Mis relaciones con el mundo burgués me hicieron estar más
familiarizado con corazón que con el gabinete, y acaso esa fragilidad política
se haya convertido en una virtud poética.”... La peor manera de salvar el arte
tras la extinción del sujeto es disecar a éste, y el único objeto hoy digno del
arte, lo puro inhumano, escapa a él en su exceso e inhumanidad.
(Minima Moralia, T. W. Adorno)
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