-¡Qué
quiere que le diga! –dijo encogiéndose de hombros-. Es una mujer, y a las
mujeres, Nicolás Ilich, siempre les duele algo.
Mientras
tanto Aliosha, sentado en un rincón, relataba atormentado a Sonia cómo había
sido engañado. Lo hacía temblando, tartamudeando, llorando; por primera vez en
su vida tropezaba tan brutalmente, cara a cara, con la mentira; no sabía antes
que, aparte de las peras dulces, pastelillos y relojes caros, existen en el
mundo muchas otros cosas que no tienen nombre en el lenguaje infantil.
(Antón Chéjov)
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