-No
es gran cosa eso de ser amado: ¿Para qué están creadas las damas si no para
amarnos? En cambio, señores, ¿quién de ustedes fue alguna vez odiado, odiado
con pasión, con rabia? ¿Alguno de ustedes pudo observar los arrebatos del odio?
¿Eh?
Ella,
en tanto, lo miraba sin pestañear, con sus grandes ojos enamorados, esperando,
como hechizada, que Sasha no tardaría en decirle algo significativo, ilimitado
en su importancia; él no le dijo nada todavía, pero ella veía ya abrirse ante
sí algo nuevo y amplio, algo que ella no conocía antes y por eso lo miraba,
llena de esperanza, dispuesta a todo, inclusive a morir.
-Antes
que nada, es necesario que toda la vida pase por un prisma –dijo Nina
Ivánovna-, es decir que es preciso que la vida, en nuestra conciencia, se
divida en elementos simples, a modo de los siete colores principales, y cada
elemento hay que estudiarlo por separado.
“¡Adiós,
querido Sasha!” –pensó, y en su imaginación surgió una nueva vida, ancha y
luminosa; esta vida, ancha y luminosa; esta vida, de contornos no muy nítidos
aún y llena de misterios, la atraía y la fascinaba.
(Zínochka, Antón P. Chéjov)
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