Yo
había dicho que las diferencias de temperamento que descubre cada cual entre
hombres y mujeres, en definitiva, son las que descubre cada cual en el trato
con su mujer y, en definitiva, son las que hay entre cualquiera y su prójimo.
-No
sé –contestó alguien en aire de duda.
-Lo
que sabemos todos –concluyó otro- es que uno vive solo, deseando encuentros
imposibles.
... El amor no es eso. No es un
juego, no es una ficción ridícula. Cuando queremos de verdad...
-No,
mi querido. Lo que dices está bien, en abstracto; en la realidad, no. ¿Cómo no
descubriste todavía que en el amor intervienen sentimientos, no razones, y que
a los sentimientos no los maneja la voluntad? Por lo mismo, no hay que razonar
demasiado el amor. Con la religión, es lo más real que tenemos, pero no te
pongas a razonarlos, porque no queda nada o, peor aún, se vuelven, como tú
dices, ridículos. Probablemente el amor sea un juego; en los juegos hay que
respetar las reglas. En todo caso, es algo muy delicado: no lo manosees, como
lo he manoseado yo, porque lo estropeas irremediablemente.
Hubo
un silencio en que oí el segundero de mi reloj. De manera visible Olga se
entristeció. Ahí estaba, al alcance de la mano –Dios mío, triste era más linda
aún-, y reflexioné que si la perdía esa tarde probablemente la perdería para
siempre.
... Por lo mismo, no hay que
razonar demasiado el amor. Con la religión, es lo más real que tenemos, pero no
te pongas a razonarlos, porque no queda nada o, peor aún, se vuelven, como tu
dices, ridículos. Probablemente el amor sea un juego; en los juegos hay que
respetar las reglas.
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