Pero aparte de todo esto, Hemingway ha tenido el efecto más profundo sobre la escritura que yo haya nunca visto. No tiene el menor vestigio de humor; la suya es una vida extraña. Siempre intentó probar algo, y uno sólo trata de demostrar lo que no tiene por seguro. Fue el niño mimado de los críticos porque jamás cambió de estilo, tema o historia. No hizo experimentos con su pensamiento o con las emociones. Un poco como Capa [Robert Capa, famoso fotógrafo de Life], se creó una autoimagen ideal y después trató de vivir de acuerdo con ella. Nunca le conocí bien, lo encontré muy pocas veces y siempre fue muy amable y ameno conmigo, aunque me han dicho que hablaba bastante descortésmente de mis esfuerzos en privado. Además, consideraba a los demás escritores vivos no como contemporáneos, sino como antagonistas. Se preocupaba de su inmortalidad como si no estuviese seguro de ella. Y no cabe duda de que la tiene.
Hay algo que me interesa mucho; durante muchos años estuvo hablando de un gran libro que estaba escribiendo y, después de varios libros que ya había escrito y que guardaba para una futura publicación. Nunca he creído en la existencia de tales libros y me sorprendería mucho que existiesen. El primer impulso que siente un escritor es dárselo a leer a alguien. Claro que puedo equivocarme y ser él una excepción. Para el Daily Express de Londres, tengo dos líneas de un escritor superior a nosotros dos. Son así:
"Fue un hombre, tómalo en su totalidad;
jamás veré otro similar".
Y apuesto que al autor le llamaban Papa, las líneas tienen doble aplicación [De una carta a Pascal Covici, 1 de julio de 1961]
(John Steinbeck. Conversaciones con los escritores, The Paris Review )
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