La felicidad decretada tiene además este
otro aspecto: para poder repartirla, el neurótico con su felicidad devuelta
debe también renunciar a la última partícula de razón que la represión y la
regresión le hubiera dejado y, en honor del psicoanalista, entusiasmarse sin
discriminación con las películas, con las comidas, caras pero malas, en los
restaurantes franceses, con el drink más reputado y con el sexo
dosificado. La frase de Schiller “la vida es sin embargo bella”, que siempre
fue papiermaché, se ha convertido en mera idiotez desde que es pregonada
en complicidad con la propaganda omnipresente a cuya lumbre también el
psicoanálisis aportó su leña a despecho de sus otras posibilidades mejores… Es
característico del mecanismo de la dominación el impedir el conocimiento de los
sufrimientos que provoca, y del evangelio de la alegría de vivir a la
instalación de mataderos humanos hay un camino recto, aunque estén éstos, como
en Polonia, tan apartados que cada uno de sus habitantes puede convencerse de
no oír los gritos de dolor.
(Minima Moralia, T. W. Adorno)
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