Pero quizá nada sea tan funesto para el
porvenir como el hecho de que literalmente nadie pueda ya advertirlo, pues todo
trauma, todo shock no superado en los que regresan es un fermento de
futura destrucción. Karl Kraus tuvo el acierto de titular una de sus obras Los
últimos días de la humanidad. Lo que hoy está aconteciendo habría que
titularlo “Hacia el fin del mundo”.
… Basta con pensar en
la venganza de los asesinados. Si se elimina a un número equivalente de los
asesinos, el horror se convertirá en institución, y el esquema pre-capitalista
de la venganza sangrienta, reinante aún desde tiempos inmemoriales en apartadas
regiones montañosas, se reintroducirá a gran escala con naciones enteras como
sujetos insubjetivos. Si, por el contrario, los muertos no son vengados y se
aplica el perdón, el fascismo impune saldrá pese a todo victorioso, y tras
demostrar cuán fácil tiene el camino se propagará a otros lugares. La lógica de
la historia es tan destructiva como los hombres que genera: dondequiera que
actúa su fuerza de gravedad, reproduce el infortunio del pasado bajo formas
equivalentes. Lo normal es la muerte.
… El enemigo es a una
paciente y cadáver. Como los judíos bajo el fascismo, es simplemente un objeto
de medidas técnico-administrativas, y si se defiende, su contraataque toma al
punto el mismo carácter. A lo que se añade el rasgo satánico que en cierta
manera se exige más iniciativa que en la guerra al viejo estilo, de que por así
decirlo, la energía toda del sujeto se emplea en crear la ausencia de sujeto.
La inhumanidad consumada es la realización del sueño humano de Edward Grey de
la guerra sin odio.
(Minima Moralia, T. W. Adorno)
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