La palabra, que debe meterle al oyente en la cabeza el
carácter del que la pronuncia e incluso el significado del todo, comparada con
la literal fidelidad de la imagen, suena “innatural”. Justifica así el mundo
como algo en igual medida dotado de sentido antes de decir el primer embuste
planeado y exhibir la primera deformación. Ningún hombre habla así, ningún
hombre se mueve así, pero el film, constantemente incita a que lo hagan todos
se cae así en una trampa: el conformismo es a priori provocado por el
acto de significar en sí, sin importar cuál pueda ser el significado concreto,
mientras que sólo a través del significar podría quebrantarse ese conformismo,
esa respetuosa repetición de lo fáctico... Todo trabajo artístico, que también
es teórico, debe mostrarse superior a la necesidad de tal duplicidad. La forma
clara, por esotérica que fuere, es una concesión al consumo; la poca clara es,
en sus criterios inmanentes, diletantismo. La calidad la decide la profundidad,
donde la creación asume la alternativa y de ese modo la domina.
(Minima Moralia, T. W. Adorno)
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