Quienes han pasado por peligros imprevistos de muerte, por
súbitas catástrofes, a menudo refieren que, sorprendentemente, no sintieron
miedo... Ellos se acomodan a lo accidental, generalmente inanimado, como si
propiamente no les importase. Psicológicamente la ausencia de miedo se explica
como falta de impresionabilidad ante la incidencia fatal... Quien comete
acciones que, según las normas reconocidas, son contrarias a la rectitud, como
la venganza contra los enemigos o la falta de compasión, apenas es consciente
de la culpa, y sólo mediante un penoso esfuerzo puede imaginársela... Pero su
actitud dista mucho de ser noble, pues él sabe que la sociedad nada tiene en
absoluto que reprochar contra la inhumanidad y mucho contra las faltas de
comportamiento, y que un hombre que rompe con su amante para presentarse como
un señor correcto puede estar seguro de la aprobación social, mientras que otro
que besa respetuosamente la mano de una todavía muy joven muchacha de buena
familia se expone al ridículo.
(Minima Moralia, T. W. Adorno)
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