En
el lenguaje corriente se dice muchas veces refiriéndose a dos personas: “están
hechas una para otra”. La expresión encierra un vago concepto de que cada
sujeto posee ciertas particularidades que determinan cuál es el individuo del
otro sexo cuyas condiciones son adecuadas para unirse sexualmente con él, es
decir, que un “hombre” no puede ser sustituido por cualquier otro “hombre”, ni
una “mujer” por cualquier otra “mujer”.
Se
sabe además, por propia experiencia, que ciertas personas del otro sexo pueden
ejercer sobre un individuo incluso una acción repelente, otras lo dejan
frío y otras lo excitan, hasta que finalmente aparece (aunque no siempre) la
que despierta un deseo incontenible de unirse a ella, y entonces todo el resto
del mundo pierde su valor y desaparece. ¿Quién será esa persona? ¿Qué
propiedades debe tener? Ocurre, en efecto, que cada tipo de hombre posee su
correlativo en la mujer que actúa sobre él sexualmente, y viceversa, Parece,
pues, que debe existir una ley que rija esa acción.
... Se puede afirmar con seguridad que el
hombre enamorado encuentra bello no sólo lo que desde el punto de vista
“puramente estético” es indiferente, sino incluso lo feo,
entendiendo por “puramente estético” no lo bello absoluto, sino tan sólo lo bello,
o sea aquello que haciendo abstracciones de las “apercepciones sexuales” cae
dentro de la estética.
... La atracción sexual es algo tan natural
como el crecimiento de las raíces hacia el interior de la tierra o como la
emigración de las bacterias hacia los bordes del cubre-objetos en busca de
oxígeno. Será conveniente irse habituando a ese concepto de los hechos.
... La esfera sexual inferior en los seres
humanos no se halla tan estrechamente sometida a las leyes de la naturaleza
como en los restantes organismos, y así lo demuestra el hecho de que los seres
humanos son sexuales todas las épocas del año, y en ellos los signos de un
periodo especial de celo en la primavera son mucho más débiles que los que presentan
incluso los animales domésticos.
... En esto se basa, en parte, el consuelo que
se suele prodigar a quienes se casan sin amarse cuando se les dice: “más tarde
vendrá el amor” o “todo es cuestión de tiempo”.
... La mencionada ley sobre la atracción
sexual, a la que parecen semejarse mucho las restantes, nos enseña que al
existir innumerables grados intersexuales siempre se encontrarán dos
seres que se adaptan de modo perfecto.
... En los invertidos sexuales nunca falta,
por lo tanto, una aproximación anatómica al otro sexo.
... Del mismo modo que el individuo “normal”
comprende por sí mismo “lo que es una mujer”, así también en el “invertido” la
atracción sexual que sobre él ejercen las personas del mismo sexo se manifiesta
espontáneamente en el curso de su desarrollo individual con la cooperación de
aquellos procesos ontogénicos que le acompañan desde el nacimiento hasta la
muerte.
... la fuerza abandonando tácitamente en las
sucesivas ediciones de su Psychopathia sexualis no está fuera de lugar
la observación de que los invertidos pueden ser por lo demás completamente
sanos, y que aparte de las circunstancias sociales secundarias, se sienten tan
normales como el resto de los individuos. Cuando se les pregunta si desearían
comportarse de otro modo en sus relaciones sexuales, se recibe con frecuencia
una respuesta negativa.
... sin embargo, que una infinita serie de
transiciones conducen desde el varón más masculino al hombre afeminado y luego
al invertido llegando al hermafroditismo espurio y genuino, y desde ese estado
se recorre el camino opuesto pasando por las tríbadas y viragos hasta alcanzar
la virgen femenina.
(Virago: mujer varonil
Tríbadas: pervertidas)
Por
lo demás –y esto no sólo viene en ayuda de mis conceptos sino que basta para
aclararlos- no existen invertidos que lo sean absolutamente. Todos ellos son al
principio bisexuales, es decir, son capaces de tener relaciones sexuales
tanto con hombres como con mujeres... A pesar de ello, la bisexualidad no se
extingue y siempre puede reconocerse, aunque temporalmente hay sido rechazada.
... La homosexualidad debe ser considerada como
la condición sexual de los grados intermedios que se extienden
ininterrumpidamente entre las formas extremas
(Sexo y Carácter, Otto Weininger)
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