viernes, 27 de abril de 2007

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viernes, 20 de abril de 2007

el último cigarrillo ensayo

El último cigarrillo
(La sua ultima sigaretta)
Por Enrique Ponce


Y pensando que cuando moriré morirá conmigo
mi duda, mi lucha conmigo mismo y con los demás,
toda mi curiosidad y toda mi pasión, yo, de verdad,
pienso que el mundo obtendrá con mi muerte una
gran simplificación.
Italo Svevo



Corre el año de 1886, Elio Schmitz, al abrir su diario, sabe sobre lo que escribirá por ese día: se trata de la ciudad y su hermano Ettore.

Trieste va de mal en peor [...] tengo que sacrificar el violín por el dinero, los sacrificios nos rinden pocos beneficios a ambos. Ettore hace... nada. Sigue leyendo y estudiando y cada vez se afirma más en la idea de estudiar y escribir, vive soñando en comedias y obras, ora dramáticas ora románticas, que nunca se plasman en el papel [...] Ettore es casi un prisionero de sus ideas; yo he hecho la experiencia a su costa y no me alimentaré de ilusiones.

En aquellas palabras, Elio Schmitz ve naufragar sus sueños artísticos. Trieste ciudad llena de contrastes por su ubicación fronteriza, disputada por décadas entre los italianos y austriacos, quedando bajo el domino del Imperio Austro-Húngaro que la convirte en una de las ciudades más importantes del mundo centroeuropeo hasta la Primera Guerra Mundial, donde pasa a formar parte del estado italiano; no obstante, los habitantes de esta ciudad comercial siempre han guardado esa contradicción entre Italianos-Austriacos. Por ello, a finales del siglo XIX, una mente creativa acaba hundiéndose entre la estructura económica de la misma, con las contradicciones que la marcaban. Aunque el joven Elio Schmitz no llegará a tanto, ya que la tuberculosis y nefritis lo consumirá al poco tiempo. Una vez muerto, Ettore, su hermano menor, olvida sus sueños al encontrarse solo en aquella aventura artística y por la silenciosa bienvenida de parte de la crítica con respecto a sus dos primeras obras: Una vida y Senilidad.

No hay unanimidad más perfecta que la unanimidad del silencio.

Expresó Ettore, dejando por años la escritura para trabajar en el Viennese Union Bank; tiempo después cambiaría a un prospero negocio de fabricación de pintura marina, el negocio de la familia de su esposa Livia Veneziani; dedicando sus ratos libres a tocar el violín (quizás un poco en recuerdo a Elio y su pasión artística del pasado). Schmitz viaja mucho para la firma de contratos, sobre todo a Inglaterra, por lo que decide tomar clases particulares con un profesor de la Berlitz School de Trieste, un profesor fuera de lo común, ya que en una sesión le muestra su último escrito de nombre Los Muertos, impresionando mucho a Ettore. Ya en confianza, le dice a su profesor que él tiene dos novelas, mostrándole las mismas, guardadas por años por la unanimidad del silencio; Después de leerlas, su profesor cree que es un autor subvalorado, ya que dentro de sus relatos hay pasajes más hermosos que ni el mismo Anatole France había conseguido. Su profesor era nada menos que el escritor irlandés James Joyce.
A partir de ese momento, Ettore se dedicó con más seriedad a la escritura, desempolvando su seudónimo de Italo Svevo, distintivo con el que marca su procedencia Italo-Sueva (Alemania). Aunque: ¿De qué escribir, después de años de no hacerlo? Aquella pregunta le venía a la mente mientras se fumaba un cigarrillo; de pronto, recordó su obsesión por dejar la nicotina, escribiendo en esas primeras páginas:

Hoy descubro algo que ya no recordaba. Los primeros cigarrillos que fumé ya no están a la venta.

Y poco a poco va desarrollando aquel capítulo de su libro: Conciencia de Zeno; donde se pasa de la tristeza a la alegría con la sencillez que siempre englobó los escritos del triestino.
En la obra, Zeno Cosini llega a tal dependencia al cigarro, que se dice:

Puesto que me hace daño, no volveré a fumar nunca, pero antes quiero hacerlo por última vez.

Y de ahí surge la ronda del último cigarrillo, donde enmarca cada acontecimiento importante al encender ese “último” para dejarlo en la eternidad. Aunque aquel último cigarrillo nunca llega, ya que siempre existe un suceso al día siguiente para que sea el “definitivo”, y su vicio continua, bajo ese tinte cómico que Svevo le da a sus palabras.

Creo que el cigarrillo tiene su gusto más intenso cuando es el último. También los otros tienen un gusto especial propio, pero menos intenso. El último recibe su sabor del sentimiento de la victoria sobre uno mismo y de la esperanza de un próximo futuro de fuerza y de salud.

Zeno inventa cientos de mañas para dejar de fumar, relacionándolas con las fechas, los familiares, las horas o cualquier detalle que se pare frente a él para sacar el último cigarrillo.

Para reducir su apariencia grosera, intenté dar un contenido filosófico a la enfermedad del último cigarrillo. Se dice con hermosura actitud: “¡nunca más!” Pero, ¿qué sería de la actitud, si se cumple la promesa? Sólo se puede tener la actitud, cuando hay que renovar el propósito. Y, además, el tiempo, para mí, no es esa cosa inimaginable que no se detiene. En mi caso, sólo en mi caso, vuelve.

Al final del capítulo, Zeno hace encerrarse en un centro de saludo por unos días y dejar de fumar ex-abrupto, cosa que por supuesto resulta un fracaso, huyendo por la noche de su reclusión. Ya en su casa medita:

Al quedarme dormido, pensé que había hecho bien en abandonar la casa de salud, ya que disponía de todo el tiempo para curarme despacio.

Conciencia de Zeno es un acercamiento a la vida de una ciudad en los primeros años del siglo XX: los escritos de Freud, el final del Imperio Austro-Húngaro y el impacto de la muerte de escritor Otto Weininger; narrándonos historias fascinantes como la de su matrimonio, la amante, el tabaco, la asociación comercial con su enemigo-amigo, la relación con su padre, etc; todo con la Ciudad de Trieste y su puerto como marco, lugar contradictorio que da vida a las palabras de Svevo, con su ironía, sencillez, despreocupación; su búsqueda por entender el actuar humano, los sentimientos tan discordantes que nos enmarcan.
¡Y enmarcaron al propio escritor! Ya que a lo largo de su vida intentó dejar de fumar, escribiéndole a su esposa en una ocasión:
Y para demostrarte que cada año estoy dispuesto a sacrificarte lo que tanto quiero, porque me ayuda a soñar, también este año te prometo no fumar...

Promesa que nunca cumplía, mostrandonos parte de su carácter y sencillez, ya que Italo Svevo era una persona que trataba por igual a empleados que a amigos, haciendo bromas sobre él como la siguiente:

Hay tres cosas que nunca logro recordar, caras, nombres y…, y de la tercera no me acuerdo.

De la misma forma hablan sus personajes, ya sea en sus novelas: Una Vida, Senilidad y Conciencia de Zeno; o cuentos como: Corto Viaje Sentimental, Umbertino, Vino Pródigo, Una Burla Bien Lograda, El Viejo y la Jovencita, etc., etc.

Quién lee una novela debe poder creer que le están contando una cosa que verdaderamente ha sucedido. Pero quien la escribe debe de creerlo aún más, aunque sepa que en realidad nunca ocurrió así.

Tiempo después, en el año de 1928, cuando empezaba a ser reconocido en Europa, Svevo resulta gravemente herido en un accidente automovilístico; Livia (ferviente católica), le comenta que si quería un sacerdote para esos últimos momentos; sin embargo Svevo (de origen judío), simplemente le pide un cigarrillo. Al tenerlo en sus labios, le comenta:

No hay duda de que éste será el último cigarrillo.
Bibliografía:
-Conciencia de Zeno; Italo Svevo; Editorial Letras Universales; Madrid, España; 1998.
-El viejo y la jovencita; Italo Svevo; Editorial Montesinos; Barcelona, España; 1988.
-James Joyce; Richard Ellmann; Editorial Anagrama; Barcelona, España; 2002.

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