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lunes, 30 de noviembre de 2009

no es mucho, es muy poco

Admiro a los orgullosos y fríos que se aventuran por las sendas de la belleza grande, la belleza demoníaca, y menosprecian al "hombre"... pero no los envidio. Pues si algo es capaz de transformar al literato en poeta, es este amor mío, tan burgués, por todo lo humano, vivo y normal. Todo calor, toda bondad, toda fuerza nace de este amor a lo humano, y casi diría que es aquel amor del que está escrito que uno podría hablar con lenguas humanas y angelicales pero que, sin él, no dará de sí más que sonido de bronce y un tintineo de campanillas.


Lo que he hecho no es nada, no es mucho, es muy poco. Haré cosas mejores, Lisaveta, lo prometo. Mientras escribo, me llega el susurro del mar y cierro los ojos. Miro al interior de un mundo borroso, un mundo que todavía no ha nacido, que quiere ser ordenado y tener forma, veo un remolino de sombras humanas que me hacen señas para que las libere y redima; unas son trágicas, las otras ridículas, y otras, en cambio, son ambas cosas a la vez, y son éstas las que más aprecio. Pero ni amor más profundo y más secreto pertenece a los rubios de ojos azules, a los vivos rodeados de claridad, a los felices, agradables y normales.


No me critique este amor, Lisaveta, porque es bueno y fecundo. Hay en él mucho de nostalgia y una melancólica envidia y un poco de desprecio y toda una dulce felicidad.


(Tonio Kröger. Thomas Mann)