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martes, 6 de octubre de 2015

Karl Kraus



Lo único que tienen en común es la forma en que han sido destruidas, y de ellas sólo podría el deducir una cosa: que los daños provienen todos del mismo bárbaro.

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Karl Kraus me abrió los oídos, y nadie hubiera podido hacerlo como él. Desde que lo escuché, no me ha sido posible no escuchar. Empecé con las voces de la ciudad, con las exclamaciones, los gritos y las deformaciones verbales que captaba casualmente a mi alrededor, sobre todo con lo que era falso e inoportuno. Pues todo esto era a la vez terrible y divertido, y la vinculación de estas dos esferas me ha resultado desde entonces totalmente natural. Gracias a él comencé a entender que cada ser humano posee una fisonomía lingüística que lo diferencia de todos los demás. Comprendí que los hombres se hablan unos a otros, pero no se entienden; que sus palabras son golpes que rebotan contra las palabras de los demás; que no hay ilusión más grande que el convencimiento de que el lenguaje es un medio de comunicación entre los hombres. Hablamos con alguien, pero de forma que no nos entienda. Seguimos hablando, y el otro entiende aún menos. Gritamos, él nos devuelve el grito, y la exclamación, que en el ámbito de la gramática lleva una vida miserable, se apodera del lenguaje. Los gritos rebotan de un lado a otro como pelotas,reparten sus golpes y caen al suelo. Raras veces llega a penetrar algo en el otro, y cuando esto ocurre, es más bien algo distorsionado.

(Karl Kraus, escuela de resistencia. Elias Canetti)

lunes, 21 de septiembre de 2015

Poder y supervivencia

Nos consideramos infinitamente superiores a ellos porque lo que hacen con sus garrotes nosotros lo hacemos con bombas atómicas.

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En la mayoría de las sociedades humanas, la existencia pacífica tiene un curso engañoso que intenta encubrir peligros y rupturas. La incesante desaparición de hombres que, aquí y allá, de improviso, cesan de estar vivos, es concebida y representada como si realmente no hubieran desaparecido del todo. Gracias a cierto procedimientos lenitivos de tipo particular, la gente se dirige a ellos como si aún pudieran participar en la vida social. Por lo general se continuaba creyendo en su existencia en otros sitios y se temía las repercusiones peligrosas que su envidia pudieran acarrear a los vivos.

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Una batalla en la que no se combatiera encarnizadamente o se hubiera ganado con excesiva facilidad y casi sin víctimas, no le aportaba mayor gloria. Sobre victorias fáciles no puede cimentarse un poder verdadero. El terror que este poder está llamado a suscitar y al que de verdad aspira, depende de la mayor o menor cantidad de víctimas.

(Poder y supervivencia, Elias Canetti)

Hermann Broch

El verdadero escritor, sin embargo, tal como nosotros lo entendemos, vive entregado a su tiempo, es su vasallo y su esclavo, su siervo más humilde. Se halla atado a él con una cadena corta e irrompible, adherido a él en cuerpo y alma. Su falta de libertad ha de ser tan grande que le impida ser transplantado a cualquier otro lugar.