viernes, 28 de marzo de 2014

Sin embargo, cada vez me doy más cuenta de que ciertas cosas tienen como un don de regresar, inesperada e insospechadamente, a menudo tras un larguísimo periodo de ausencia.

(Los emigrados, W. G. Sebald)

Guerrilleros

Quizás no puedas ganarte la vida en Inglaterra, pero Inglaterra te enseña cómo vivir.

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Pero las crisis siempre pasaban, las susurradas conjuras políticas y estrategias económicas se evapraban; todo lo que decían era rancio, y la gente ya no creía en sus palabras. Y el fracaso siempre recaía sobre los demás: los que hablaban de crisis estaban tan tranquilos, satisfechos con sus funciones, exsitiendo en sus funciones, atrapados, formando parte de aquello contra lo que clamaban.

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Era un tipo de boca que el asociaba con algunos niños y con adultos que seguían siendo infantiles: débiles, malcriados, con la crueldad de los débiles y los malcriados.

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Cuando tenemos cuarenta y un años, todos pensamos que sería estupendo empezar de cero. Es el tipo de cosas de las que nos reíamos cuando tenemos cuarenta y dos.

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Si empiezas a hurgar demasiado y a buscar la pureza absoluta, puedes terminar no haciendo nada.

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En todo el mundo la gente deja el campo para ir a las ciudades. Y sabe lo que quiere. La gente quiere más estímulos, más luces. Quiere ser más ricos. También quiere ser más inteligentes. No quieren tener la sensación de que se están perdiendo de algo. Aunque la mayoría de ellos se lo pierden, por supuesto.

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La tierra es una forma de vida.

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Sólo la gente muy rica de los países muy ricos pueden renegar del sisema. Si eres pobre, no puedes.



(Guerrilleros, V. S. Naipaul)

martes, 4 de marzo de 2014

La nieve del almirante

            En el Crac de los Caballeros de Rodas, cuyas ruinas se levantan en un acantilado cerca de Trípoli, hay una tumba anónima que tiene la siguiente inscripción: “No era aquí”. No hay día en que no medite en estas palabras. Son tan claras y al mismo tiempo encierran todo el misterio que nos es dado soportar.


... Como toda persona que ha recibido una formación militar, para él los civiles somos una suerte de torpe estorbo que hay que proteger y tolerar; siempre empeñados en negocios turbios y en empresas de una flagrante necedad, no saben mandar ni saben obedecer, o sea, no saben pasar por el mundo sin sembrar el desorden y la inquietud.


... Un día amaneció muerto, tirado en el suelo de su camarote. En la mano apretaba la Cruz de Hierro que escondía debajo de la almohada y enseñaba con orgullo en la altamar de sus borracheras.



... Son sueños que preludian la felicidad y de los que se desprende una particular energía, una como anticipación de la dicha, efímera, es cierto, y que de inmediato se trasforma en el inevitable clima de derrota que me es familiar. Pero basta esa ráfaga que apenas permanece y que me lleva a prever días mejores, para sostenerme en el caótico derrumbe de proyectos y desastradas aventuras que es mi vida.


(La nieve del almirante, Álvaro Mutis)