Lo que le gustaba de la revolución era poder leer y la nueva forma de matrimonio. Antes, entre los Kirguises, un hombre sólo se podía casar si tenía ganado o dinero suficiente para comprarse una esposa. En la fábrica donde trabajaba, si a una chica le gustaba un muchacho se iba a vivir con él. Si llegaban a quererse mucho o iban a tener un hijo, legalizaban su situación.
(John Dos Passos, Años inolvidables)
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Desde la inexistencia a la existencia llegó a muchos y fue como uno recibido: existencia con existencia él estaba con cualquiera como cualquiera con cualquiera: desde la existencia a la no-existencia una vez que faltara sería por todos como nada percibido. (Ulises. James Joyce)
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miércoles, 1 de mayo de 2013
miércoles, 17 de abril de 2013
la danza de los erizos
Los problemas que surgen entre un hombre y sus amigos no son con frecuencia más que el resultado del paso del tiempo. Las personas que continúan siendo felices juntas, un hombre y una mujer, por ejemplo, consiguen cultivar entre los dos una zona privada de infancia perpetua. Envejecer significa renuncia a muchas cosas. Considerad vuestro trabajo. Muy pocas personas escogen su profesión. Sería más exacto decir que su profesión los elige. Una profesión significa renunciar a otras muchas carreras maravillosas que se podrían haber seguido.
La jovialidad desaparece. Lo que se inventa y se descubre en la edad madura es casi siempre resultado de las intuiciones y de las aptitudes desarrolladas durante los juegos de la infancia. Las gentes que llegan a obtener éxitos en el mundo han conseguido conservar vivo, de una manera u otra, el sentido infantil del juego; pero para la mayor parte de nosotros, ese sentido del juego sobrevive, si es que llega a hacerlo, dentro de un caparazón erizado de espinas.
A medida que un hombre llega la edad madura, pierde posibilidades con cada año que pasa. Y de la misma manera pierde amistades. En una época como la nuestra, en la que los credos políticos empujan a los hombres a las masacres y a la inmolación, las opiniones políticas se convierten en materia de vida o muerte. Las diferencias que, a los veinte años, se podían discutir sin rencor y hasta con agrado, se convierten a los treinta en motivo de recriminaciones y amargura.
En una época en la que las consignas políticas cambian radicalmente de sentido en pocos años, cualquiera que trate de seguir haciéndose preguntas, que trate de comparar cada consigna con su aplicación en la vida real, y cada etiqueta con la cosa misma, tiene que acostumbrarse a la idea de que los viejos amigos dejen de serlo e incluso a que se conviertan en enemigos.
Añádase a eso las especiales cualidades del genus irritabile vatum. Los hombres de letras son más susceptibles que los demás. Son una pandilla de egotistas. Las amistades entre ellos resultan siempre precarias. En eso se parecen un poco a los toros. El toro que era juguetón y cariñoso de becerro, os dará una cornada mortal por un quítame allá esas pajas en la edad adulta.
(John Dos Passos, Años inolvidables)
Mr. Loomis
El único pasajero de lengua inglesa era un tal Loomis, del Departamento de Estado. El señor Loomis era un entendido en cuestines africanas y un excelente narrador de historias; algunas de ellas, sobre los cultos sacrificiales de la república de Liberia, nos pusieron los pelos de punta. Se mostraba nuy escépitco sobre las ventajas de las libertades cívicas en Liberia. El señor Loomis despertó nuestro interés desde el primer momento porque cuando le preguntamos por qué había alquilado dos camarotes nos contestó: "Tengo que tener un sitio donde poner los zapatos, ¿no les parece?".
(Años inolvidables, John Dos Passos)
jueves, 4 de abril de 2013
Sobre Picasso
Picasso era un hombre moreno, pequeño de estatura y cerrado en sí mismo. No tenía nada de ese buen humor espontáneo que hace tan fácil el trato con los españoles. Era sardónico, cínico a la manea especial de los campesinos españoles (el cinismo de Sancho Panza). A mí me parecía impenetrable incluso cuando reía o descansaba. Era fundamentalmente el maestro albañil, el maestro cantero, el artesano. Era la encarnación de la destreza. Pero le faltaba humanidad. Los griegos le hubieran llamado deinos como hicieron con Ulises. No era posible acercarse a él o a su trabajo -el hombre y el trabajo eran inseparables- sin una profunda admiración hacia la habilidad del codo, la sutileza de los dedos, la precisión de la mirada; si hubiera tenido el don de la compasión habría sido tan grande como Miguel Ángel.
(Años inolvidables, John Dos Passos)
miércoles, 20 de marzo de 2013
Patadas
La imaginación literaria nunca llegaría a ser estimada de verdad. Un escritor que se tomara su trabajo en serio podía estar seguro de recibir más patadas que otra cosa. Y tendría suerte sí conseguía librarse de la cárcel.
(John Dos Passos, Años inolvidables)
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(John Dos Passos, Años inolvidables)
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martes, 19 de marzo de 2013
Doctor Parson
Cummings y yo nos fuimos firmes sobre nuestros pies, y nos bebimos todo el vino al alcance de la mano para evitar que se derramase. Pronto tuve que recurrir al remedio contra el mareo del viejo doctor Parson. El remedio consiste en tomarse un coñac a las horas y a las medias horas. ¡Ya lo creo que dio resultado! Como no había manera de mantenerse erguido, reptamos hasta nuestra cabina y nos atamos a las literas.
(John Dos Passos, Años inolvidables)
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(John Dos Passos, Años inolvidables)
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La pérdida de la libertad
Las casas que vi habían sido saqueadas. No quedaba rastro de los muebles. Di mucha importancia a la teoría de que la revolución había librado a la humanidad de la tiranía de las cosas. Personalmente, había decidido ya mucho antes desembarazarme de todas mis posesiones. Tardé años en aprender que cuando un hombre pierde lo que le pertenece, pierde también su libertad.
(John Dos Passos, Años inolvidables)
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(John Dos Passos, Años inolvidables)
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Un millón de dólares
Octubre es el mejor mes de Nueva York. Todas las chicas están bonitas con sus nuevos conjuntos de otoño. Se renuevan los escaparates. El cielo es muy azul. Las nubes muy blancas. Las ventanas de los edificios altos brillan al sol. Todo parece valer un millón de dólares.
(John Dos Passos, Años inolvidables)
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(John Dos Passos, Años inolvidables)
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Sobre Scott Fitzgerald
Cuando hablaba sobre literatura, su mente, que me parecía llena de absurdas ideas sobre la mayor parte de las cosas, se hacía tan clara y cortante como un diamante. No le interesaba nunca el paisaje, tenía un gusto pésimo para la comida, para el vino y para la pintura, y poco oído para la música a excepción de las canciones populares más rudimentarias, pero en cuanto a literatura era un profesional nato. Todo lo que decía merecía la pena escucharse
(John Dos Passos, Años inolvidables)
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lunes, 4 de marzo de 2013
Sobre Antonio Machado
En Madrid encontramos a Arthur McComb. Nos empachamos de Goya y El Greco. Hicimos excursiones con Pepe Giner. Una noche de luna paseé por Segovia con Antonio Machado, cuyos poemas estaba yo por entonces intentando traducir al inglés.
Machado era corpulento, andaba torpemente y vestía un traje arrugado con brillos en las rodillas. Su sombrero siempre tenía polvo. Daba la sensación de estar más desamparado que un niño ante los asuntos de la vida diaria, de ser un hombre demasiado sincero, demasiado sensible, demasiado torpe, a la manera de los eruditos, para sobrevivir: "Machado el bueno", le llamaban sus amigos. No puedo pensar en el acueducto, en los pórticos románicos de las ennegrecidas iglesias ni en la siluieta de cuento de hadas del Alcázar de Segovia sin oír la cadencia de sus versos. Grabada con el agua fuerte de la luz de luna, la ciudad, mientras paseábamos, iba presentándose ante nosotros como un poema que Antonio Machado podía muy bien estar escribiendo en aquel momento. Era un gran hombre.
(Años inolvidables, John Dos Passos)
miércoles, 9 de enero de 2013
Los domingos por la mañana
Tenía la costumbre de leer 'El paraíso perdido' los domingos por la mañana, durante el desayuno; decía que era mejor que ir a la iglesia.
(John Dos Passos, Años inolvidables)
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(John Dos Passos, Años inolvidables)
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El baúl del desvan
John R. solía decir que la mente es como un viejo baúl en el desvan. No se pierde nada de lo que se pone allí. A veces no se encuentran las cosas, pero siempre acaban por aparecer.
(John Dos Passos, Años inolvidables)
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domingo, 6 de enero de 2013
Justicia para ricos y pobres
Hijo de un emigrante, acariciaba el sueño de una república perfecta, basada en la tradición anglosajona de libertad individual y de justicia para los ricos y para los pobres. Éste era el sueño que había traído a tantos hombres a las playas americanas. Era demasiado franco en sus opiniones para tener éxito como político y solía decirme riendo que, pensando como él pensaba, no lo eligirían ni para lacero en ningún municipio del país.
(John Dos Passos, Años inolvidables)
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(John Dos Passos, Años inolvidables)
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España, Portugal, Inglaterra
Admiraba la integridad de los españoles y portugueses que conocía, pero los consideraba incapaces de trabajar juntos dentro de una estructura política. Sólo los ingleses llevaban los principios prácticos del arte de gobernar en la médula de los huesos.
(John Dos Passos, Años inolvidables)
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(John Dos Passos, Años inolvidables)
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lunes, 24 de septiembre de 2012
Arquitectura y escritura
Nunca sentí que quería ser escritor... no me gustaba mucho el mundo literario que conocía. Estudié arquitectura. Siempre he sido un arquitecto frustrado. Pero hay ciertos períodos de la vida en los que uno recibe una cantidad exagerada de impresiones.
(John Dos Passos. Conversaciones con los escritores, The Paris Review)
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(John Dos Passos. Conversaciones con los escritores, The Paris Review)
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Sobre el escribir
Ent.: ¿Siente placer al escribir?
J. D. P.: Depende, a veces sí y a veces no.
Ent.: ¿En qué consiste este placer?
J. D. P.: Bueno, te aligeras mucho el pecho, echas fuera emociones, impresiones, opiniones. La curiosidad te empuja a continuar: es la fuerza conductora. Hay que librarse de lo que se ha reunido; es algo que hay que decir acerca de la literatura. Hay mucho alivio en un volumen grueso.
(John Dos Passos. Conversaciones con los escritores, The Paris Review)
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J. D. P.: Depende, a veces sí y a veces no.
Ent.: ¿En qué consiste este placer?
J. D. P.: Bueno, te aligeras mucho el pecho, echas fuera emociones, impresiones, opiniones. La curiosidad te empuja a continuar: es la fuerza conductora. Hay que librarse de lo que se ha reunido; es algo que hay que decir acerca de la literatura. Hay mucho alivio en un volumen grueso.
(John Dos Passos. Conversaciones con los escritores, The Paris Review)
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