miércoles, 17 de abril de 2013

la danza de los erizos

Los problemas que surgen entre un hombre y sus amigos no son con frecuencia más que el resultado del paso del tiempo. Las personas que continúan siendo felices juntas, un hombre y una mujer, por ejemplo, consiguen cultivar entre los dos una zona privada de infancia perpetua. Envejecer significa renuncia a muchas cosas. Considerad vuestro trabajo. Muy pocas personas escogen su profesión. Sería más exacto decir que su profesión los elige. Una profesión significa renunciar a otras muchas carreras maravillosas que se podrían haber seguido.

La jovialidad desaparece. Lo que se inventa y se descubre en la edad madura es casi siempre resultado de las intuiciones y de las aptitudes desarrolladas durante los juegos de la infancia. Las gentes que llegan a obtener éxitos en el mundo han conseguido conservar vivo, de una manera u otra, el sentido infantil del juego; pero para la mayor parte de nosotros, ese sentido del juego sobrevive, si es que llega a hacerlo, dentro de un caparazón erizado de espinas.

A medida que un hombre llega  la edad madura, pierde posibilidades con cada año que pasa. Y de la misma manera pierde amistades. En una época como la nuestra, en la que los credos políticos empujan a los hombres a las masacres y a la inmolación, las opiniones políticas se convierten en materia de vida o muerte. Las diferencias que, a los veinte años, se podían discutir sin rencor y hasta con agrado, se convierten a los treinta en motivo de recriminaciones y amargura.

En una época en la que las consignas políticas cambian radicalmente de sentido en pocos años, cualquiera que trate de seguir haciéndose preguntas, que trate de comparar cada consigna con su aplicación en la vida real, y cada etiqueta con la cosa misma, tiene que acostumbrarse a la idea de que los viejos amigos dejen de serlo e incluso a que se conviertan en enemigos.

Añádase a eso las especiales cualidades del genus irritabile vatum. Los hombres de letras son más susceptibles que los demás. Son una pandilla de egotistas. Las amistades entre ellos resultan siempre precarias. En eso se parecen un poco a los toros. El toro que era juguetón y cariñoso de becerro, os dará una cornada mortal por un quítame allá esas pajas en la edad adulta.


(John Dos Passos, Años inolvidables)

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