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lunes, 24 de octubre de 2011

Buñuel

'El discreto encanto de la burguesía' es la película más enigmática, total y emblemática de Buñuel, que es un cineastas genial. Quisiera decir que Buñuel es el más genial de todos porque logra una operación que sólo a él le sale bien: hacer que el cine se exprese con su lenguaje más propio, auténtico y raro, el lenguaje con el que se expresa el sueño. En sus películas, Buñuel sueña por nosotros, los espectadores.


(Fellini les cuento de mí. Conversaciones con Costanzo Costantini)

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hombres y mujeres

El hombre es cultura, la mujer, naturaleza; dudar es masculino, decidirse, femenino; los hombres piensan, dudan y mienten, las mujeres viven. Son ideas que de algún modo plasmará luego Federico en el episodio de la Ekberg en 'La dolce vita'

(Fellini, Tullio Kezich)

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Libertad

Todas las películas abren brecha en el frente de los prejuicios, mas sin jactancia polémica alguna, demostrando sencillamente con hechos que hay cosas que pueden y deben hacerse. Fellini fue siempre la prueba viviente de que el cine florece en la libertad.

(Fellini, Tullio Kezich)

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sábado, 8 de enero de 2011

cosmonautas vs políticos

Hoy los políticos se encuentran en condiciones desastrosas. Están sometidos a un estrés psíquico que los analistas desconocen y para el que no existe terapia alguna. Es un ataque neurótico nuevo, que los amenaza en su integridad, en su vida privada. Padecen una regresión a un estadio infantil y los guardespaldas que los protegen se transforman en niñeras. ¿Cómo puede esperarse que hombres reducidos a estas condiciones controlen la amenaza que nos llega de los conflictos sociales, de la violencia, del terorismo? ¿Cómo puede esperarse que resuelvan los problemas que nos asedian? (...) Actualmente los políticos son como máscaras, son como proyecciones de nosotros mismos. Estamos todos en el mismo barco. Y además, no pueden ir al cine más que llenándolo de guardespaldas y pistoleros. Los días de un político son increíbles, bajo la psicosis del terror. Un cosmonauta lanzado al espacio es mucho más dueño de sí mismo y está menos aislado que un político; al menos en la soledad sideral puede consolarse con el mito de Ícaro, o el de Ulises.

(Fellini. Les cuento de mí. Conversaciones con Costanzo Costantini)

miércoles, 5 de enero de 2011

recordando a los padres

En el 55 regresaste a Rímini por la muerte de tu padre, Urbano, ¿cómo lo recordabas y cómo lo recuerdas?

Como cuando era niño. ¿Se puede recordar de otra forma a los padres? ¿Quién puede decir que conoció realmente al padre o a la madre? Sólo en su funeral me pareció ver a mi padre como tal vez era. En el cortejo de sus amigos tristes y dolientes había dos o tres mujeres de buena presencia, maternales, sensuales, deben haber tenido un buen recuerdo de papá. Lloraban y los pañuelos se teñían de rimel y de lápiz labial. Esa imagen fue la que me hizo entender que papá debió haber sido un verdadero y gran amigo.

(...)

Y a tu madre, fallecida en 1984, ¿cómo la recuerdas?

Fueron los padres perfectos para mí. Realmente los que me correspondían. No sé si los desilusioné por no haber sido abogado o ingeniero como deseaban, pero nunca me obstaculizaron y pude escoger mi camino sin fricciones y sin verme obligado a justificarme.


(Fellini. Les cuento de mí. Conversaciones con Costanzo Costantini)

domingo, 2 de enero de 2011

"¡Fritz! ¡Fritz!"

Mientras tanto, en Roma, el recién casado Federico, que legalmente no existe y carece de cartillas de racionamiento para artículos de primera necesidad, vive como un clandestino. Sale lo menos posible y en casa, no sin cierta ingenuidad, han creado un escondite colocando un aparador contra el vano de una ventana para el caso de que se presentaran los nazis o la policía. Aun así, el 29 de octubre, durante una de sus salidas furtivas, pasando por Piazza Spagna, se ve envuelto en un control alemán y es obligado a subir a un camión. Se salva gracias a un audaz recurso, todo un gag felliniano: cuando el camión circula despacio por Via Babuino, finge reconocer a un oficial de la Wehrmacht y, gritando "¡Fritz! ¡Fritz!" y agitando los brazos, salta del vehículo, corre hacia el deconcertado capitán alemán y lo abraza. Tras poner fin a la pantomima, le presenta sus excusas, pero el camión se ha alejado y ya él se apresura a desaparecer por la paralela Via Marguta donde, para recuperar el aliento, se cuclilla muy cerca por cierto de la casa en la que vivirá el último periodo de su vida.


(Fellini, Tullio Kezich)

martes, 14 de diciembre de 2010

el trabajo como un juego

En cualquier caso, esa vida bohemia de privaciones reales o imaginarias no dura mucho. Y es también la época de las grandes calaveradas (vitellonate): por la noche Federico, Rinaldi y demás amigos acostumbraban volver a casa en coche de alquiler para, en los últimos cien metros, apearse de pronto y salir por pies, o se presentan con aire cándido en ciertos restaurantes donde antes de cerrar ofrecen las sobras gratis a los "artistas". Es el caso del restaurante Donatello, en Via Milano, cerca del Traforo, cuyo dueño, Bruno, sirve incluso al fiado. Allí conocen a uno de los parroquianos fijos, Luigi A. Garrone, piamontés de mediana edad que dice ser periodista y figura en la lista negra por antifascista. Es gordo y temperamental, gusta de contar viajes que nunca ha hecho, come sin pagar y después de la cena sigue bebiendo. Habla arrastrando las erres y con gran poder de seducción. A veces trabaja de actor: el vagabundo que en la playa asusta al pequeño protagonista en la película de De Sica Los niños nos miran (I bambini ci guardano) es él. Y con el nombre de "Gattone" aparecerá en el borrador del guión de Moraldo in città, que cuenta también el triste final que tuvo, un recuerdo retomado en la película Fortunella (1958) de Eduardo de Filippo: en este caso el moribundo del hospital se llama profesor Golfiero Paganica, interpretado por el norteamericano Paul Douglas.

Aunque no dejó de sentirse fascinado por el personaje, Federico desconfió enseguida de su carácter autodestructivo. El simpático Garrone también da miedo: representa el punto de no retorno, el símbolo de una vida abocada al desastre. Pero también una exhortación a conjugar imaginación y rigor, inspiración y oficio, sueño y trabajo. Y tanto mejor si uno se toma el trabajo como un juego, que es lo que hace Federico cuando, en los albores de su nueva vida en Roma, se abre camino en la redacción de Marc'Aurelio.

(Fellini. Tullio Kezich)

viernes, 11 de diciembre de 2009

la mano de Roberto

La primera y fugaz investidura de Fellini como director se produce cuando el equipo se traslada a Florencia: durante el rodaje Rossellini cae enfermo y para no perder el día, encarga a su ayudante que filme algunas secuencias. La primera es la de la garrafa de agua que llevan sobre un carrito de una calle a otra bajo el fuego de los francotiradores fascistas. Pero enseguida empiezan a discutir Federico y Martelli, el director de fotografía; "don Otello" quiere que mantengan la cámara alta, Federico la quiere baja, a ras del suelo: está pensando en las ciudades metafísicas de De Chirico. Martelli se niega a aceptar lo que muy pronto denomina "el punto de vista del topo", Fellini amenaza con mandar excavar un hoyo para colocar la cámara aún más baja. Al final la garrafa es arrastrada de una punta a otra dando leves sacudidas. Y dos días después, durante el visionado, el ayudante de director experimenta por primera vez la emoción de ver proyectada una escena suya. Luego confesó que cuando la famosa garrafa apareció en la pantalla se echó a temblar, "Y en la oscuridad noté la mano de Roberto que me acarició el pelo, aquí detrás".

(Fellini. Tullio Kezich)