martes, 30 de junio de 2015

Oficio


Cambiar de oficio no es nada, pero no es fácil renunciar a lo que uno sabe, a la propia habilidad.

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(Los mudos, Albert Camus)

Demasiada libertad sexual os convertirá en terroristas


a los veinte años, nuestro esfuerzo e ímpetu se aplacarán en la memoria y ésta será la única edad de la vida en la que el hombre no necesite a Dios.

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La televisión exhala algo que es terrible, algo peor que el miedo que debió de producir en el pasado sólo pensar en el tribunal de la Inquisición. En efecto, en lo más profundo de la televisión hay algo que se parece al espíritu de la Inquisición: una división clara, radical y chapucera entre los que pueden pasar y los que no. Sólo pueden pasar los imbéciles, los hipócritas, los que son capaces de decir frases vacías, o los que saben callarse -o callar cuando hablan- o al menos callan en el momento oportuno, como hace, entre otros, Moravia cuando lo entrevistan o participa, por ejemplo, en "mesas redondas", siempre vergonzosas y pedantes, obviamente.

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Las formas de un relato literario no son sólo técnico-lingüísticas, sino que también hay formas no verbales y por ende no visibles en la página: por ejemplo, la progresión en el desarrollo de un personaje, los rasgos de su psicología en evolución. La crítica estructural, a través de esquemas y gráficos, es capaz de hacer visibles también estos datos internos. Sin embargo, se trata de una visibilidad abstracta, estadística.

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el lenguaje que usan es el reflejo de sus "verdaderos" sentimientos, no de sus pretextos. Es evidente que algo no va bien. Para el caso Feile, fascistas, democristianos y comunistas usan, públicamente, el mismo "lenguaje", los mismos términos, el mismo léxico, las mismas interjecciones, las mismas cláusulas oratorias... Esto significa que, frente a un hecho de esta naturaleza, los sentimientos de los fascistas, de los democristianos y de los comunistas son los mismos y reaccionan de la misma manera.

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Me he llevado una sorpresa al ver cómo este sector de la prensa expresaba los más bajos sentimientos, lo que normalmente caracterizan al burgués medio: la ignorancia, el conformismo, el provincialismo y la bajeza de ánimo.

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Hay que tener la valentía suficiente para escandalizarse. Nunca hay que adoptar ante la opinión pública, por razones tácticas o de compromiso, su punto de vista marcado por convencionalismo burgués; nunca hay que confundir la moral con el moralismo conformista.

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Hay (y siempre habrá) truhanes que hacen cine y teatro comercial con el objetivo de divertir (para hacer caja), y hay (y siempre habrá) imbéciles que hacen cine y teatro para educar (sin hacer caja). En realidad, el cine y el teatro de autor no están hechos ni para divertir ni para educar.

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En realidad, el mundo no mejora nunca. La idea de mejorar el mundo es una de esas ideas-coartada con que se consuelan las conciencias infelices u obtusas (también incluyo en esta clasificación a los comunistas cuando hablan de "esperanza"). Así las cosas, una de las formas de serle útil al mundo es decir rotundamente que el mundo no mejorará jamás y que sus mejoras son metahistóricas: se producen cuando alguien afirma algo real o realiza una acción de valor intelectual o civil. Sólo una suma (imposible) de dichas palabras o dichas acciones daría pie a una mejora concreta del mundo. Y sería el paraíso y la muerte.

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DIRECTORES PREDILECTOS
Dreyer (universalidad sagrada de los objetos y los rostros); Buster Keaton (perfección formal); Murnau (la película más hermosa del mundo es "El último"); Mizoguchi (grande como Giuseppe Verdi); Renoir y Tati (los únicos que supieron hacer poesía sobre la pequeña burguesía); Bergman (no el feudal, sino el burgués de "luz de invierno"); Godard (¿cómo se puede no adorarlo?); el bueno y loco Fellini, y Charlot (los mayores placeres del cine). Añadiré, para completar el cuadro, que no adoro a ninguno de los mitos de "Cahiers du cinéma", es decir, Hawks, Hitchcock, Ford. Y detesto a Eisenstein.

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He llegado a la conclusión de que el "cine", al reproducir la realidad, hace una perfecta descripción semiológica de ella. Y de que el sistema de signos del cine constituye, en la práctica, el mismo sistema de signos de la realidad. ¡"Así que la realidad es un lenguaje"! ¡Hay que hacer semiología de la realidad y no del cine! Pero si la realidad "habla", ¿quién habla y con quién habla? La realidad habla consigo misma: es un sistema de signos mediante el cual la realidad habla con la realidad. ¿No es todo esto espinoziano? ¿No se parece esta idea de la realidad a la idea de Dios?

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Del sistema político americano adoro el tipo de protesta que éste consiente, y que se puede resumir en una máxima descabellada y maravillosa: "Sólo la verdadera democracia puede destruir a la falsa democracia".

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Furio Colombo: ¿Y cuál es la verdad?

P. P. P.: Lamento haber usado esa palabra. Quería decir "evidencia". Permíteme que vuelva a poner las cosas en orden. Primera tragedia: una educación común, obligatoria y equivocada que nos empuja a todos a luchar dentro del mismo ruedo: tenerlo todo a toda costa. Nos meten a presión en este saco, como si fuésemos un ejército extraño y tenebroso en el que algunos tienen cañones y otros simples garrotes. Entonces una primera división, clásica, es "estar del lado de los débiles". Pero yo digo que, en cierto sentido, todos son débiles, porque todos son víctimas. Y todos son culpables, porque todos están dispuestos a jugar a masacrarse, con tal de tener. La educación recibida ha sido: tener, poseer, destruir.

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Yo bajo al infierno y se cosas que no perturban la paz de los otros. Pero tened cuidado. El infierno está subiendo hacia vosotros. Es cierto que tiene máscaras y con banderas diferentes. Es cierto que sueña con su uniforme y su justificación (a veces). Pero también es cierto que sus ganas de dar un garrotazo, de agredir, de matar, es fuerte y es general.

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(Demasiada libertad sexual os convertirá en terroristas, Pier Paolo Pasolini)